La fórmula inversa para decidir

Foto por Alexa Luna

«No sé qué decidir, pero sí sé qué “no” voy a hacer»

Por Laura Castellanos

¿Cómo tomar decisiones correctas? Todos queremos una receta de éxito pues constantemente estamos eligiendo entre qué vestir, qué comer y dónde hacer ejercicio. Por supuesto que no todas las decisiones son igual de relevantes. No es tan importante qué marca de tenis compras a cuál universidad te inscribes. 

Sin embargo, hay algo que nos dificulta el proceso: el miedo a equivocarnos. Por eso, hoy te quiero proponer una fórmula: la del «no».

¿Debo ir a tal fiesta? ¿Me debo comprar esa falda? ¿Y si pruebo esto sólo una vez? 

Quizá parezca que algunas de estas preguntas tengan una respuesta directa y sencilla, pero otras caen en el terreno de la duda. No se trata de cosas malas. Otras, sin embargo, son obviamente dañinas. 

La fórmula que propongo implica decir: «No sé qué decidir, pero sí sé qué “no” voy a hacer». Esta es la misma técnica que usó Daniel cuando le pusieron vino y carne en el plato. Daniel era un refugiado, un exiliado, un prisionero del imperio más importante del momento. Por una parte, ocupaba un lugar de privilegio ya que se le educaría y capacitaría para el servicio real. Por otro lado, querían borrar su identidad y que hablara un nuevo idioma, tuviera nuevos hábitos y adorara nuevos dioses. 

Daniel no sabía mucho, pero decidió: «No me voy a contaminar» (Daniel 1:8). 

Cuando no sepas qué hacer, si te preguntas si esa blusa no revela demasiado o si esa salida con amigas traerá más momentos incómodos, usa la misma frase que Daniel y permite que esta decisión gobierne el resto. Si tú decides no contaminarte, entonces será fácil elegir qué películas ver, qué música escuchar y qué mirar en tu teléfono. Usa el «no» para saber a qué decir «sí». 

Si quieres saber más sobre el tema, lee: Tu ropa, un reflejo de ti, ¿Por qué acepte ese perfume?, y Lo que Dios promete darnos. 

¿Qué debo estudiar? ¿Qué trabajo debo aceptar? 

Si bien el primer bloque de preguntas habla de decisiones de un día o una rutina, tu vida vocacional y laboral implican algo un poco más vital para tu satisfacción y sustento. ¿Cómo decidir entre varias opciones? 

La fórmula nuevamente nos invita al «no». Moisés tenía la alternativa de formar parte de la familia real de Egipto, incluso de heredar el trono. Creció en un palacio elegante, con materiales de primera y esclavos para servirlo. Sin embargo, «no quiso que lo llamaran hijo de la hija de Faraón». 

Como en el caso de Daniel, Moisés quizá no sabía exactamente qué tenía Dios para él en ese momento. Tal vez no contaba con claridad sobre cómo luciría su misión o llamado. Pero decidió lo que «no» haría. No se dejaría influir por la fama y el dinero. No se aferraría a lo que Egipto le ofrecía mientras que sus hermanos sufrían el maltrato. Hebreos 11 nos dice llanamente que se negó a los placeres del pecado. 

¿Qué motivación tienes al aceptar un trabajo o escoger una carrera? Decide qué cosas «no» son negociables. Moisés consideró de más valor sufrir la deshonra que gozar la riqueza de Egipto; Moisés no veía el signo de dólares sino la recompensa que Dios le había de dar. Elige tus «no» y así tendrás más seguridad al seleccionar un trabajo o tus estudios. 

Lee algunas historias que te pueden dar luz sobre el tema de la vocación: Ser ayuda y consuelo, Estudiar Derecho y ayudar a otros, Un modo de tocar el corazón, Cruzando culturas, y Creatividad y diseño

¿Con quién me casaré?  

Probablemente esta sea la pregunta que más nos paraliza. ¡No podemos fallar! Deseamos evitar el divorcio a toda costa; nuestra decisión afectará a nuestros hijos y nietos. Cualquier decisión que involucra una relación que nosotros podemos elegir como una pareja, amigos, socios en un negocio, también conlleva un riesgo. 

Podemos, una vez más, saber a qué le diremos no. Aprendemos de las palabras de Rut: «No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios».

Las relaciones más importantes de nuestras vidas se deben alinear a dos directrices: el lugar dónde vivir y al Dios al que seguir. Al hablar de dónde vivir o el pueblo, no nos referimos necesariamente a un lugar geográfico, aunque es importante, sino a cómo vive el otro. ¿Tenemos los mismos valores? ¿Compartimos la misma misión? ¿Amamos las mismas cosas? Y, por supuesto, amar al mismo Dios. Si seguimos la misma fe, será más fácil acordar en los principios que fijan nuestro hogar. 

Sin embargo, la realidad es que no podemos conocer al otro al 100%. En una relación existen dos personas con voluntades. Rut, por ejemplo, no sabía cómo Noemí se comportaría de regreso en su cultura, ni si cambiaría de opinión en unos años. Aun así, ella tomó una decisión: «no la dejaría». Rut no se rendiría a la primera. A final de cuentas, nosotros debemos poner todo de nuestra parte y confiar que el Dios al que amamos nos sostendrá en el camino. 

Lee algunas historias que te pueden animar sobre este tema: Una relación basada en la confianza, Un compromiso para toda la vida, En las buenas y en las malas, Amor y llamado, y Nuestro noviazgo de un mes.

El poder del «no»

En resumen, cuando nos encontremos indecisas sobre algo en particular y el miedo a equivocarnos nos abrume, pensemos primero en los «noes». ¿Cuáles son esas cosas que «no» forman parte de nuestros valores, principios o sueños? ¿Qué queremos evitar a toda costa? ¿Qué no estamos dispuestas a hacer o en qué no vamos a ceder? Que como a Daniel, Moisés y Rut esas resoluciones nos ayuden a dar el siguiente paso en fe, y que como estos tres grandes héroes de la fe tengamos los ojos puestos en lo eterno. 


Tal vez también te interese leer:

Siguiente
Siguiente

Regalos en retrospectiva