Nuestro noviazgo de un mes

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Serie: Rumbo al altar

Por Esencia

Mi nombre de casada es Reyna Orozco. Vivo en Chihuahua, México y este 2021, cumplo 16 años de estar felizmente casados.

Ser una mujer casada no era uno de mis sueños. De soltera, tenía una idea y percepción muy errada sobre el matrimonio y también sobre el concepto de «éxito y felicidad». Estoy agradecida de que Dios cambió mi mente y corazón respecto a este tema pues de otra forma me hubiera perdido todo lo lindo que vivo en la actualidad al tener una familia.

Viví mi soltería al máximo, siempre disfruté de conocer personas y de estar muy activa en la iglesia y la escuela, así que usé mi tiempo de soltera para aprender, servir y tener muchas amistades, más que para tener «muchos novios».

Tuve la dicha de escuchar desde pequeña sobre la importancia de cuidar mi corazón y mi cuerpo, la belleza e importancia de esperar el momento adecuado para entregarme por completo al hombre que Dios tenía preparado para mí, para ser mi esposo, así que aunque tomé varias decisiones que ahora considero absurdas, sí puse límites y a pesar de etapas necias, eso me libró de muchos problemas innecesarios.

Conocí a mi esposo de forma inesperada e intermitente. Aunque estudiamos en la misma Universidad y la misma carrera, nuestros mundos no coincidieron ahí. Él, mayor 2 años que yo, estaba en el ambiente deportivo y social, y yo más bien en el ambiente académico y cultural.

Recuerdo mucho una ocasión que llegué a un evento y al entrar, él estaba predicando. Estaba hablando del amor y lo que implica en nuestras vidas. Al ir escuchando sus palabras y leyendo tantos versículos en toda la Biblia sobre el amor, esa tarde salí con una convicción muy grande de la importancia de crecer en mi amor por Cristo y por los demás. Nunca imaginé que en años él se convertiría en «el amor de mi vida» y que ese tipo de amor de pareja (no mencionado en la plática), también se despertaría entre nosotros.

Tiempo después de graduarme, él me llamó para una entrevista de trabajo en un puesto muy interesante y en una empresa en la cual yo quería trabajar. Me presenté a esa entrevista muy enferma, recién salida de un accidente. No tenía sentido que fuera, pues estaba en una dura recuperación y terapias de meses, pero asistí para dejar esa puerta abierta ahí para el futuro. No tenía idea de que el futuro que había allí era de mi familia y no tanto de mi situación laboral. 

Esa entrevista fue muy importante pues fue la primera vez en que lo vi un poco con «otros ojos». Él estaba dejando un puesto ideal, por ir a estudiar y servir en un instituto y casa de restauración para hombres con adicciones. Me sentí un poco intrigada o como nostálgica, pues pensé que nunca lo volvería a ver.

Contra los pronósticos, él regresó y nuestro trato aumentó. Él se encargaba de organizar equipos de evangelismo y servicio, yo estaba involucrada en la música y con jovencitas.

Estuvimos en diversos lugares y proyectos juntos, así que nos conocimos mucho como amigos. Hablábamos todos los días, por teléfono, correo electrónico, MSN, facebook o celular. Teníamos mucha comunicación. Era innegable lo diferentes y a la vez tan compatibles que éramos.

Saber que él era el hombre con el que quería casarme fue una cosa que no sucedió de repente, sino que comenzó a ser clara a cuentagotas. Al crecer en amistad, observarlo, escucharlo, al conocer su carácter y ver sus decisiones y trato a los demás, fue como si fueran quitando vendas de mis ojos para ver con claridad el tesoro que tenía enfrente. Mi cariño por él fue creciendo.

Aunque siempre indecisa y con miedos de casarme, con él experimenté una plena y profunda paz de que era él hombre que Dios había preparado para mí. Esa certeza, es la que me ha sostenido durante todos estos años. 

Nuestro noviazgo fue muy hermoso, intencional y ¡corto! Cuando tuvimos nuestra primera cita solos, fue cuando él se me declaró, desde el primer momento expresó su interés por casarse conmigo, no solo «probar si funcionaba un noviazgo». Yo no me hice del rogar, ya había orado y reflexionado lo suficiente, le dije que sí en el momento. Como ya nos conocíamos queríamos comenzar la vida juntos casi de inmediato. El noviazgo duró ¡1 mes!, luego nos comprometimos, me dio un hermoso anillo y en total tuvimos 10 meses de relación formal antes de la boda.

En los artículos de esta serie te han dado ya muchos consejos, pero te doy unos más: 

  1. Aprovecha bien tu soltería, es una etapa de oportunidad. Crece, madura, conoce a Dios, ama Su Palabra, conoce tu identidad en Él. Está completa en Cristo. Prepara tu corazón para la eternidad, por ende, lo prepararás para tu esposo y tu familia. 

  2. Sirve y ama a los demás, viviendo tu propósito. Que Dios sea tu prioridad y no vivas afanada buscando pareja.

  3. Aprende a esperar. No hagas despertar el amor hasta que quiera. Vive cada etapa feliz, agradecida, sin reservas, para la gloria de Dios. Ten muchas amistades sinceras. 

  4. Cuida tu mente, respeta tu cuerpo y corazón, tus límites físicos y emocionales en la relación. Respeta el corazón de los demás y no juegues con ninguno.

  5. No inicies nada en yugo desigual, solo traerá dolor ¿Andarán 2 juntos sin ponerse de acuerdo?

  6. Escucha consejo, mucho. Busca al menos una amiga o mentora mayor que tú, que pueda aconsejarte, orar por ti, que te sientas cómoda para rendir cuentas. 

  7. Lee mucho en este tiempo de soltera. Crece en el arte de la comunicación, aunque pienses que ya sabes mucho, no es lo mismo hablar, a comunicar. Los hombres y las mujeres tenemos idiomas diferentes, créeme, y aplícate, agradéceme después. Me hubiera gustado mucho aprender más de esto desde el principio.

  8. Confía en Dios, Él orquesta y escribe cada detalle de nuestra vida de la mejor manera. El exterior se va desgastando y cambiando, juntos continuamos, pues lo interior se renueva cada día.


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