Si dos caminan juntos es porque están de acuerdo

Serie: Rumbo al altar

Por Esencia

Mi nombre es María Ana Hernández de Bachiller, casada desde hace 26 años.

Cuando era adolescente pensaba que esto del «amor» era muy complicado, y sin embargo quería encontrar «al hombre de mis sueños».

En esta misma etapa conocí a Cristo como mi Señor y Salvador y uno de sus mandatos que tenía por convicción era: «No te unas en yugo desigual» (2 Cor 6:14). Este versículo me lo sabía de memoria y lo repetía muchas veces en mi corazón así que las tentaciones no se hicieron esperar.

Fue en la preparatoria cuando según yo, había encontrado «al hombre de mis sueños». Solo que había un pequeño detalle, era incrédulo. Sabía que esto no era lo que Dios quería para mí, pero al paso de los días, di rienda suelta a mis sentimientos y sin darme cuenta había llegado al punto de enamorarme.

Recuerdo el día cuando en una cita me pediría que fuera su novia. Llegó el momento esperado, y no solo había emoción sino también un gran temor porque estaba a punto de desobedecer a mi Señor, así que pedí auxilio: «¿Qué hago Señor? ¡Ayúdame!» De antemano sabía la respuesta.

No acudí a la cita. Experimenté una gran lucha entre mis sentimientos y el mandato de Dios, entre mi voluntad y la voluntad de Él. Fue una difícil decisión que en mis fuerzas no la habría tomado, pero su pronto auxilio llegó en el momento preciso.

Al paso de los años, experimenté un noviazgo con un creyente pensando que cumplían con el requisito: ser cristianos. Eso no era suficiente, si Dios no era el centro de la relación.

Entendí que el amor no es complicado, uno lo hace complicado porque nos dejamos guiar solo por los latidos de nuestro engañoso corazón. Fueron intentos fallidos, así que un día hablé con mi Señor y le pedí que cerrara mi corazón, porque ya no quería seguir equivocándome en la elección; que lo abriera hasta que llegara el momento de conocer al hombre que tenía preparado para mí. Tomé la decisión de creerle y estar lo más cerca posible para así escuchar su voz.

Roberto y yo asistíamos a campamentos cristianos en Oasis Valsequillo en la ciudad de Puebla. Seguramente estuvimos uno cerca del otro en repetidas ocasiones sin darnos cuenta.

En un campamento en el que Roberto fue director, necesitaban de una cámara para filmar una actividad. Mi hermano se la prestó y así nuestras dos iglesias comenzaron a juntarse para convivir.

En una de esas visitas, alguien olvidó en mi casa una maleta. Era de Roberto y él iría a Puebla a recogerla el siguiente fin de semana. Yo era la indicada para entregársela y así lo hice. Esa fue la primera cita con el amor de mi vida y aún no lo sabía. A partir de ese día nació una bonita amistad donde predominó la honestidad, la confianza, el respeto y la seguridad, amistad que el Señor fortaleció por tres años.

Después de estos tres años de una gran amistad, nos hicimos novios, y aunque teníamos en contra la distancia, siempre nos escribíamos cartas (que aún las conservo) o esperábamos la llamada por teléfono después de las 10:00 pm (salía más barato) o planeabamos vernos algún fin de semana.

Durante este tiempo de noviazgo nos propusimos orar al Señor constantemente pidiendo su dirección y sabiduría en todo momento. Pero su trabajo lo absorbía tanto que pensé que yo no le interesaba.

Un día tomé la decisión de terminar la relación ya que pensaba que él no me dedicaba el tiempo que yo merecía, así que nos citamos. Él comenzó a hablar: «¿Sabes? He decidido dejar este trabajo porque me absorbe mucho y he descuidado mi tiempo con Dios».

Comprendí que había estado preocupada por mí y no por él, y de ese modo, ambos habíamos descuidado nuestro tiempo con Dios. Entonces nuestra relación comenzó a ser de tres: Dios, él y yo; y fue así como llegamos al matrimonio.

En la ceremonia de nuestra boda invitamos a nuestro hermano Ronaldo Harris para dar el mensaje y mi sorpresa al escucharlo fue el pasaje del cual habló, 2 Cor 6:14-16. Me sabía de memoria solo la primera parte «No te unas en yugo desigual», pero la segunda parte fue hermosa, era lo que necesitábamos escuchar para un buen inicio de esta etapa: yugo, compañerismo, concordia, parte y acuerdo; concluyendo con las palabras de Amós 3:3 «¿Andarán dos juntos, si no estuvieran de acuerdo?»

¿Qué consejos puedo dar?

  1. Dios es muy claro en sus mandatos y en sus propósitos para nuestras vidas y no debemos cuestionarlo sino obedecerlo. Creer en su amor nos hace caminar seguros por esta vida.

  2. Si alguna vez nos equivocamos en la elección, no lo hagamos dos veces, Dios siempre está pronto para guiarnos al momento de las decisiones.

  3. Si en nuestro matrimonio algo no anda bien es momento de actuar: amar al esposo con el amor de Dios, ese amor que no busca lo suyo.

  4. Si buscamos un hombre perfecto nunca lo encontraremos, solo Jesucristo es Perfecto.


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