Lo aprendí de Winnie Pooh

Foto por Anna Catherine McGraw

Tomemos algunos consejos de este querido personaje

Por Laura Castellanos 

Cuando estamos teniendo un mal día, basta con sumergirse en el bosque encantado que Alan Alexander Milne inventó, para toparse de nuevo con la inocencia salpicada de fino humor que nos remonta a nuestra niñez.

Milne, un prolífico escritor y amigo de J. M. Barrie (creador de Peter Pan), no pretendía escribir para niños ni ser recordado por sus libros sobre Christopher Robin, pero así sucedió. Su fama surgió a través de sus poemas y de los cuentos infantiles que escribió para su hijo. 

¿Y cómo nació Winnie the Pooh? Cuenta la historia que en 1914, un tren transportaba tropas con destino a Europa desde Winnipeg, Canadá. Se detuvo en Ontario y el teniente Colebourn compró una cachorra de oso negro por veinte dólares. La llamó Winnie, por la ciudad en donde la adoptó. Así, la cachorra se convirtió en la mascota oficial de la brigada 34. De paso por Inglaterra, Colebourn dejó a Winnie en el zoológico de Londres. Esta osita se volvió la favorita del público, así que se quedó allí hasta su muerte.

Por su parte, la esposa de Milne había regalado un osito «Edward» a su hijo Christopher. A los cinco años, Christopher acompañó a sus vecinos al zoológico londinense y conoció a Winnie. Se hizo amigo de la osa de modo que los cuidadores lo dejaban pasar para jugar con ella. Así que Christopher rebautizó a su oso de peluche Winnie the Pooh y aquellas visitas inspiraron a Milne para el primer poema de la serie.

¿Y qué es lo que Milne construyó en este universo de juguetes? Creó personajes interesantes, como Conejo, quien hace innumerables listas de pendientes y no logra terminar nada; o Kangu, quien como toda buena madre, anda detrás de su hijito para darle medicina o remendar su ropa; o Búho, quien finge saber leer cuando en realidad solo tiene los conocimientos básicos.

Sin embargo, podemos rescatar algunas de las valiosas lecciones que las historias de Pooh nos han dejado:

a. Es imprescindible un tentempié.

No podemos funcionar sin detenernos a tomar un refrigerio a eso de las once de la mañana; así lo hacía Pooh, así que, confiemos en su sabiduría. Aun en medio de una importante cacería de «efelantes», uno debe buscar ese «poquito» que llene el «huequito» en el estómago para lograr pensar con más claridad. 

¡Por algo en las escuelas se acostumbra el recreo! ¿Qué haríamos sin esos momentos de gloria? Me acuerdo de mis emparedados o tortas de jamón. Quizá ahora se me antoja más una manzana o unas tiritas de zanahoria con sal y limón, pero no olvidemos que el tentempié es, más que nada, una interrupción bienvenida.

b. Los juegos no tienen que ser complicados para ser divertidos.

Recordemos el pasatiempo preferido de Pooh. Se trataba de un juego muy sencillo en el que se paraban sobre un puente y lanzaban una rama al río. Luego corrían para asomarse del otro lado del puente y la rama que salía primero era la ganadora. Nunca comprendí cómo sabían cuál rama era de quién, pero ¡cómo se divertían! 

A veces olvidamos que los juegos no siempre deben venir en una caja para ser buenos, sino que unas simples ramas de árbol pueden funcionar. Tampoco deben ser violentos o competitivos, sino solo un modo de pasar el tiempo.

c. Se vale tararear canciones mientras trabajas o caminas.

Pooh solía canturrear tonaditas que él mismo inventaba pues en el fondo se ufanaba de ser un gran compositor, aunque sus amigos jamás le dieron el crédito merecido. A mí me gusta entonar alabanzas o silbar, sobre todo en una caminata o durante una actividad mecánica, como lavar los trastes. 

¡Qué crueles somos al silenciar a quienes traen ese ritmo interno! Al igual que los amigos de Pooh, debemos respetar los estilos de otras personas y si traemos la música por dentro, ¡disfrutémosla!

d.  Los de «poquito cerebro» generalmente son los más inteligentes.

¿Recuerdas cómo Pooh insistía que su poco cerebro lo hacía demasiado simplón y que por eso escuchaba a sus amigos, que no siempre le daban los mejores consejos? En la vida real encontramos gran sabiduría en los niños y en aquellos con capacidades especiales. 

¿Qué es lo más importante para un niño? Su familia, su presente y sus amigos. No se preocupan por las cosas materiales ni se la pasan ideando cómo volverse más famosos o más ricos. Disfrutan el hoy y ríen con espontaneidad, se beben el mundo a través de sus cinco sentidos y regalan su amor a los que los rodean.

Estas actitudes no vienen de quien tiene más cerebro, sino más corazón. La Escritura también nos habla de la virtud que hay en la simpleza de la fe de un niño. Tomemos el consejo e imitémoslo.

e. La amistad es lo más importante.

En los cuentos de Pooh encontramos a un Igor deprimido que siempre piensa mal de los demás y que siente que nadie lo aprecia. Sin embargo, sus amigos le preparan una fiesta de cumpleaños. Tigger tiene una manera brusca de saludar, brinca y destruye objetos, pero sus amigos procuran sobrellevarlo. 

Puerquito tiembla de miedo ante la menor provocación e imagina toda suerte de tragedias, pero con Pooh al lado se envalentona y aprende a enfrentar a sus monstruos. A pesar de sus diferentes modos de ver la vida, el pegamento que los une se llama Christopher Robin, una figura de amistad.

La amistad nos permite ver la belleza de los demás y por eso los amamos con todas sus imperfecciones, pues son ellas las que los hacen especiales. Queremos a Winnie por su poco cerebro, a Puerquito por su inseguridad, a Igor por su pesimismo, a Tigger por sus impulsos, a Rito por su inocencia, a Kangu por sus exageraciones, a Conejo por su tacañería, a Búho por su falsa sapiencia y a Christopher Robin por su corta edad. 

¿Cuál es el consejo para tener amigos? En palabras de Pooh: «No puedes quedarte en tu rincón del Bosque esperando a que otros vengan a ti. A veces tú debes ir a ellos».

Así que cuando no estemos teniendo un buen día, tomemos algún consejo de Pooh. Comamos un tentempié, juguemos algo divertido, tarareemos una melodía improvisada o, lo mejor de todo, busquemos a un amigo.


Tal vez también te interese leer:

Wally y la contemplación    (Aprende a aplicarla a tu vida)

¿Buscando más vitamina C?     (Consejos prácticos)

Los tres cerditos y la fe   (¿Qué cerdito somos? ¿En qué hemos construido nuestra vida?)

¿Eres venenosa?   (El autoanálisis siempre es bueno)

¿Cómo caminas con alguien?   (Analiza el texto y decide)

Y luego... ¿qué quieres que yo haga?  (Servir en la comunidad)

¿Vale la pena levantarme?   (Encuentra el sentido a pararte por la mañana)

La verdad sobre la belleza   (Descubre esta verdad)

Anterior
Anterior

Cinco verdades que aprendí en mi matrimonio

Siguiente
Siguiente

Si dos caminan juntos es porque están de acuerdo