Regalos en retrospectiva

Foto por Andrea Hernández

Descubre cuáles son éstos

Por Keila Ochoa Harris

Se trataba de mi primer recital de piano así que no tenía grandes expectativas, sobre todo porque tenía ocho años. Así que me emocionó que al final me tocara un regalo. Vi que a algunas de mis compañeras les daban flores (lo que no aceleró mi corazón), a otros chocolates (lo que sí lo hizo) y a unas más, juguetes de moda. Entonces mi mamá se acercó y me dio un paquete de tres libros. Espero haber ocultado mi desilusión. 

Sin embargo, unos meses después abrí uno de ellos, por aburrición más que por otra cosa, y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Leí Mujercitas, el que hasta la fecha señalo como el culpable de mi carrera como escritora. Sin embargo, como suele suceder en Navidad, no te das cuenta de lo valioso de muchos regalos al momento de abrirlos, sino hasta años después. Quizá nunca te das cuenta. 

La Biblia habla de uno en particular que también experimenté y que tampoco me emocionó. En 1 Corintios 7 Pablo diserta sobre el matrimonio. Le recuerda a los corintios que él era soltero, y añade: «Quisiera que todos fueran solteros, igual que yo; pero cada uno tiene su don específico de Dios, unos de una clase y otras de otra» (v. 7, NTV). 

La palabra «don» proviene del griego «charisma», la misma palabra que se usa para hablar de regalos, favores, gracias espirituales que denotan un poder extraordinario dado por el Espíritu Santo. Si bien Pablo usa esta palabra para describir la soltería y el matrimonio, cuando yo estuve soltera, y lo fui por más años de lo que en ese entonces hubiera querido, no lo recibí con los brazos abiertos. 

De hecho, mis años de «charisma» por la soltería los pasé con días de queja, aunque también con meses de regocijo. No veía los beneficios de no tener una pareja durante esos años hasta después. Y, ciertamente, Pablo no se refería a una soltería con relaciones sexuales casuales, sino una de castidad o pureza sexual, lo que a ojos de muchas personas lo vuelve más complicado. Sin embargo, por mucho que algunos quieran «deconstruir» lo que dijo Pablo, podemos ver la soltería como un regalo, algo bueno, aunque generalmente se aprecia en retrospectiva. 

Por ejemplo, pienso en la vida de Amy Carmichael. Lee su historia aquí. Conocer su biografía equivale a observar una película de valentía pues salvó a muchos niños de la prostitución religiosa, abrió orfanatos y no se desanimó durante su tiempo en India

Se cuenta que en cierta ocasión que observó a una pareja casada, se sintió sola. Se preguntó si debía casarse. Lo pensó varios días, temiendo envejecer y encontrarse en soledad, sin hijos o un esposo. Así que, en cierto día, se dirigió a una cueva cerca de Arima para orar sobre el asunto. 

Después de varias horas, escuchó una voz que le decía: «Ninguno que confíe en mí se sentirá solo». Amy no necesitaba más. La promesa de Dios la hizo seguir, aun cuando en ese instante no sabía qué le deparaba el futuro. Ciertamente no se casó ni tuvo hijos propios, pero no podemos decir que careció de pequeños que la llamarán «mamá». Quizá, si Amy no hubiera sido soltera, no habría podido cuidar de tantos huérfanos. Tal vez su soltería fue un regalo en retrospectiva. 

Otra mujer de fe a la que admiro mucho es Gladys Aylward. Lee su historia aquí. Si bien Amy salvó cientos de niños en India, Gladys lo hizo en China. Hollywood hizo una película sobre su vida en la que Ingrid Bergman interpretó a la misionera. En la cinta, se sugiere un romance entre Gladys y un coronel, pero Gladys dijo que jamás besó a un hombre. 

De hecho, alguien le preguntó si hubiera preferido conocer a la persona correcta, enamorarse y formar una familia. Ella respondió: «Sí. De hecho, oré por el asunto con mucho entusiasmo. Pero creo que Dios llamó a ese hombre desconocido también a China y ahí nos hubiéramos conocido, pero ¡él se negó a obedecer el llamado de Dios!». Por supuesto que Gladys bromeaba, y Gladys no tuvo mucho tiempo de romances en medio de la Segunda Guerra Mundial y esos años tumultuosos, pero no por eso se quejó ni dejó de hacer lo que Dios le pedía. Quizá, su soltería fue un regalo en retrospectiva. 

Finalmente, quiero compartir algo de Corrie Ten Boom. Lee su historia aquí. A diferencia de Gladys, Corrie conoció en su adolescencia a un joven llamado Karel a través de su hermano, y cuando vio sus ojos marrón se enamoró profundamente. Se volvieron a ver dos años después y comenzaron una relación más intensa. Caminaban juntos, conversaban y mantenían correspondencia. 

Entonces sus cartas comenzaron a llegar con menos frecuencia, pero ella siguió escribiendo. Finalmente llegó el día cuando Karel llegó a la puerta de su casa, pero a su lado venía su prometida. Esa noche, mientras Corrie lloraba, su papá entró a su cuarto. ¿Qué le diría? ¿Cómo la ayudaría a sanar?

Él le dijo: «Corrie, hay dos cosas que puedas hacer cuando algo así sucede. Podemos matar el amor para que deje de doler. Pero, por supuesto, una parte de nosotros también morirá. O, Corrie, podemos pedirle a Dios que abra otra ruta para que el amor viaje». 

¿Te ha pasado algo como Corrie que hace que veas tu soltería incluso con mayor amargura o desilusión? El padre de Corrie continuó: «Dios ama a Karel, más que a ti, y si se lo pides, Él puede darte amor por este hombre, un amor que no destruye. Cuando ya no podemos amar en la antigua forma humana, Dios nos da la manera perfecta». Corrie oró esa noche: «Señor, te entrego mis sentimientos por Karel, mis pensamientos sobre el futuro… ¡Todo! Dame tu forma de ver a Karel. Que lo puede amar como tú. Y tanto como tú».

La hija menor del señor Ten Boom no se casó, pero no le faltaron formas de amar a sus familiares y amigos, y a final de cuentas a judíos e incluso nazis. De hecho, como ella misma cuenta, logró orar por Karel sin resentimiento. Y para el resto del mundo, su soltería fue un regalo en retrospectiva, pues millones hemos sido tocados por sus palabras, sus escritos, su sabiduría, su ejemplo y su vida. 

Hoy tengo otro regalo, el matrimonio. Cuando miro en retrospectiva, agradezco los muchos años de soltería en los que pude viajar, escribir, servir a Dios en campamentos y eventos de todo tipo, leer y madurar. Sobre todo, alabo a Dios porque me dio la firmeza para guardarme en pureza y no desperdiciar esos años viviendo desordenadamente, como algunos me sugerían o me tentaban con palabras y hechos.

Ahora, abrazo y aprecio mi nuevo estado civil, aunque hay días complicados y grises. Sin embargo, todo regalo perfecto viene de Dios. A veces pienso: «Si me hubiera casado antes… Si hubiera conocido a mi esposo en mi adolescencia… Si hubiera pasado esto o aquello». Y supongo que, si continuara soltera, diría: «Si me hubiera casado… Si hubiera tenido hijos…».

Le pido a Dios que sin importar el regalo que tengas, de soltería o de matrimonio, lo recibas con brazos abiertos y tengas fe de que, cuando veas las cosas en retrospectiva, sabrás que todo fue para bien. 

Concluyo con las palabras de Betsy Ten Boom, hermana de Corrie: «No existen los “si hubieras” en el reino de Dios. Y no hay lugares más seguros que otros. Los designios de Su voluntad son nuestra única seguridad. Oh, Corrie, ¡oremos para que siempre seamos conscientes de ello!».

(Cita tomada del libro: El Refugio Secreto, Corrie Ten Boom).


Tal vez también te interese leer:

Siguiente
Siguiente

Más allá del «no debes»