Más allá del «no debes»
Aprende a poner límites
Por Karen Durán
Espero que tengas un lugar seguro para hablar abiertamente de sexualidad, y exponer tus dudas, inquietudes, pensamientos y sentimientos libremente. Si no es así, busca ese lugar, esa persona que tema a Dios y que pueda explicarte, ayudarte y guiarte con amor y con verdadero conocimiento.
Una persona que entienda que darte información no es darte permiso para que vayas y peques, sino al contrario, que esté convencida del hermoso propósito del sexo. Además al hablar contigo, te ayude a afirmar la convicción de la importancia de la pureza sexual en tu vida.
Es imposible que, en la extensión de este artículo, yo pueda abarcar toda la belleza y magnitud de este tema. Sin embargo, espero darte un punto de vista que vaya más allá de la prohibición por la prohibición.
Hoy, más que nunca, estás expuesta a muchísima información, pero no toda esa información es adecuada ni te edifica.
Seguramente ya has leído muchas opiniones, has oído diferentes perspectivas que aseguran ser las correctas y es probable que, aunque cuides el contenido que miras y escuchas, ya hayas visto muchas imágenes con contenido sexual. No te sientas mal, es lo que pasa en la actualidad y también es por eso que puedes tener conceptos distorsionados y erróneos del sexo.
Por eso es tan importante que en tu soltería tengas una educación sexual saludable, de calidad, veraz y sin tabúes. Estar informada te protege contra el abuso, el pecado y las relaciones sexuales tempranas que tienen consecuencias físicas, espirituales y emocionales.
Tienes que saber que Dios creó el sexo como algo maravilloso y para que lo disfrutes plenamente. Sin embargo, el diseño de Dios para el sexo tiene una función y un lugar, que es contrario a lo que el mundo enseña.
La cultura actual dice que puedes tener relaciones sexuales con quien tú quieras y en el momento que tú desees. Que tu cuerpo te pertenece y que puedes hacer con él lo que se te antoje. No obstante todo lo que tú tienes, incluyendo tu cuerpo, es de Dios y para Dios. Además, una relación sexual involucra mucho más que dos cuerpos, y aunque muchos digan que el sexo casual es sólo para divertirse y que no pasa nada, sí pasa y mucho.
Las películas y las series han idealizado el sexo, lo presentan como un suceso mágico en el que dos personas se encuentran, se entienden y se enamoran instantáneamente. La pornografía lo presenta como un evento aislado, con cuerpos y relaciones irreales y exageradas que distorsionan el brillo con el que el sexo fue diseñado originalmente.
El lugar correcto para el sexo es el matrimonio, porque ahí existe el amor, el tiempo y el esmero para aprender juntos, para conocer a tu cónyuge, para servirse mutuamente, para interesarse el uno por el otro.
Dentro del matrimonio, el sexo es otra manera de expresar admiración, de intimar y de generar cercanía no sólo sexual, sino emocional. El placer sexual dentro del matrimonio ayuda a que éste se fortalezca y madure, y sirve para que el apego, el respeto, el afecto, la comunión y la complicidad de la pareja crezcan exponencialmente como parte de un todo. No es casual, no es aislado, no es irreal o irrespetuoso, no genera culpa, ni avergüenza.
Por eso es importante la pureza sexual durante tu soltería (por cierto, la pureza sexual no es exclusiva de la soltería, también aplica en el matrimonio en diversos aspectos).
Procurar la pureza sexual no se trata solamente de abstinencia, empieza por cuidar tu corazón, llenarlo de la Palabra de Dios y tener comunión con Él. Congregarte, rodearte de amigos y amigas que tienen tus mismos principios. Relacionarte con personas más maduras que tú, en su caminar con Cristo, que puedan aconsejarte y guiarte cuando lo necesites.
La abstinencia es una manera de adorar a Dios. No es un castigo, sino una protección y decisión que tomas para vivir obedeciéndolo. Es una respuesta a Su amor, a Su gracia y a Su salvación, sabiendo que tu identidad está en Cristo y tu cuerpo le pertenece a Él. Guardar tu pureza sexual te lleva a desarrollar tu carácter y a fortalecer el dominio propio, a estar cerca de Dios y a depender totalmente de Él. Es Él quien te da la habilidad de dominar todo impulso y someterlo a Jesucristo.
«Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu» (Gálatas 5:19-25).
No es fácil, el deseo sexual es parte de ti, pero no significa que por eso tienes que acariciarlo y alimentarlo. Cuida lo que ves, lo que escuchas, lo que lees, no te expongas ni te pongas en situaciones que te lleven a caer en tentación y a pecar.
Tampoco necesitas escapes y desahogos, como la pornografía o la masturbación; ambas son prácticas egoístas, ya que Dios diseñó el sexo para que un hombre y una mujer disfruten de él juntos, amándose, respetándose, cuidándose y conociéndose.
Recuerda que el placer sexual es una sola de las muchas e increíbles experiencias que Dios te va a permitir adquirir a lo largo de tu vida. No tienes que ser sexualmente activa para ser feliz, ni plena, ni completa. Jesús es suficiente en tu vida y cuando entiendes que Él lo llena todo en todo, no tienes más que vivir bajo Su voluntad y encontrar toda satisfacción en Él (Colosenses 1:15-22). La decisión de mantener tu pureza sexual, guardar tu cuerpo y tu corazón en el lugar en el que estarán seguros y ponerlos al servicio de Dios, surge de tu relación con Él.
Si tienes novio, cuida también su pureza sexual. Platiquen y comuníquense abiertamente, hablen de aquello que los hace sentir más vulnerables y en riesgo.
No caminen solos, busquen ayuda cuando la necesiten. Rodéense de personas y matrimonios sabios y amorosos a quienes les rindan cuentas, que los dirijan a Cristo, les den consejos acertados.
Pongan límites en los horarios y lugares en los que se ven, no se queden solos y eviten situaciones incómodas. Consideren su cultura, sus tradiciones familiares y su pasado. Si de verdad amas a tu novio, cuídalo y busca edificarlo.
Mantén tu salud física y emocional. Come bien, duerme bien, haz actividad física, organiza tus actividades, no estés ociosa, no pases mucho tiempo en las pantallas, habla de tus emociones, conoce gente en tu iglesia, planea a futuro, trabaja por tus sueños. Hay mucho por hacer, grandes metas que alcanzar, Dios quiere que tengas una vida abundante dedicada a Él en cualquier lugar en el que estés (Juan 10:10)
¿Y qué pasa si ya pecaste? ¿Qué pasa si ya tuviste relaciones sexuales antes de casarte? ¿O qué pasa si estás atrapada en la pornografía o la masturbación? Hay esperanza para ti: Dios demuestra Su amor por ti en esto: en que, aun siendo pecadora, Cristo murió por ti (Romanos 5:8).
No estás arruinada, ni incompleta, ni rota. Cometiste un pecado, pero eso no impide que Jesús te ame; al contrario, ese pecado te hace ver tu gran necesidad de un Salvador. Arrepiéntete y corre a Él, pídele que te perdone y que te ayude a vivir una vida en pureza sexual, no para que Él te ame, sino en respuesta a Su amor, Su gracia y Su perdón.
Aprende a poner límites