Cómo gestionar el enojo

Foto por Andrea Hernández

7 consejos prácticos

Por Sheila Hernández

¿Tengo la tendencia a disimular mis enojos? ¿Tengo la necesidad de controlar a las personas? ¿Me gusta agradar siempre a los demás? ¿Constantemente me siento impotente en cuanto a no saber expresar lo que verdaderamente siento? ¿Soy perfeccionista?

Si respondiste a dos preguntas afirmativamente probablemente no sabes gestionar tu enojo. No en vano Jay Adams escribe: «Probablemente el 90% de todos los problemas de consejería tienen que ver con el enojo mal trabajado».

¿Y qué es el enojo?

J. Newheiser dice: «El enojo es una emoción que surge de un juicio». Por lo tanto, depende de la interpretación y el razonamiento de la persona, lo que la puede convertir en muy peligrosa. 

Es también una emoción malentendida, con mala reputación y socialmente desagradable. Y si le añadimos que dentro de nosotros pugnan fuertes necesidades de aceptación, reconocimiento y seguridad, aprendemos rápidamente a fingir y disimular estar molestos. 

Por ejemplo, si desde pequeños escuchamos: «Te ves mal cuando te enojas» o «Si te enojas ya no te voy a querer», reforzamos mecanismos de protección para reducir el malestar emocional. Y aunque estos mecanismos son útiles a corto plazo, interrumpen la resolución saludable de problemas y afectan la salud mental y espiritual. 

¿Qué procesos equivocados usamos para gestionar el enojo? 

En primer lugar, están los introyectos. Literalmente significa «tragar sin masticar». Hacemos nuestras las ideas o pensamientos de otros, (padres, maestros, amigos) y las incorporamos en nuestra mente sin filtro. El que introyecta hace lo que los otros quieren que él haga y pensamos como los demás. 

Como dice Dale Johnson: «El modo de responder es incorrecto por que su creencia es incorrecta». Por ejemplo, podemos pensar que enojarse es malo, siendo que es necesario. Necesitamos enfadarnos ante las injusticias y aprender a establecer límites. 

Enojarse no es pecado, ya que la emoción del enojo nos fue dada por Dios, pero la forma en que respondemos o expresamos ese enojo determina si ésta se convierte en pecado o no.

Otro mecanismo de protección es la reprensión, y consiste en mantener pensamientos, emociones, deseos o recuerdos perturbadores fuera de la conciencia. Escondemos de los demás nuestros sentimientos de ira, e incluso de nosotros mismos. 

También está la evitación, cuando nos distanciamos de situaciones, pensamientos o sentimientos que causan incomodidad mental. Negamos entonces la realidad, las emociones y los sentimientos, de tal manera que nos desconectamos para poder funcionar en la vida, pero pagamos un alto costo por ello.

En consejería, nuestro trabajo es hacer a los demás conscientes de sus mecanismos ya que estos interrumpen y bloquean sus habilidades de contacto y afrontamiento. Cuando alguien está muy enojado probablemente está cuidándose a sí mismo o tratando de satisfacer sus necesidades. Tristemente, los recursos que utiliza son pocos y deficientes. 

Veamos cómo respondieron algunos personajes bíblicos. 

Génesis 4:5 nos dice que: «…se ensañó Caín en gran manera y decayó su semblante». La palabra «ensañó» en el hebreo significa brillar o calentarse, arder de cólera, enardecer, entristecer, excitar, impacientar, indignar o inflamar.

En 1 Samuel 1:6 vemos que la rival de Ana «la irritaba, enojándola y entristeciéndola». La palabra «enojo» en hebreo implica afligirse, atormentarse, rabiar, estar indignado, entristecer, sufrir o afanarse.

Proverbios 29:9 nos recuerda que el hombre sabio contiende con el necio. Contender en el hebreo es temblar, alborotar, conmover, estremecer, inquietar, temblar, o turbar.

Seguramente tú y yo hemos sentido algunas de estas emociones y se ha alterado nuestro estado físico, mental, y espiritual. Probablemente esto ha traído consecuencias en nuestras relaciones interpersonales. 

Sin embargo, hay esperanza. Dios sabe que luchamos con el enojo mal infundado. Por eso, aprendamos a gestionarlo. 

En primer lugar, debemos identificar de dónde surge. June Hunt nos comparte algunas posibles fuentes: 

  • Dolor: Por alguna herida, rechazo, humillación o menosprecio.

  • Injusticia: Cuando recibimos un trato incorrecto (real, o percibido).

  • Temor: Al experimentar pérdidas afectivas, o cambios de circunstancias económicas.

  • Frustración: Cuando nuestros esfuerzos personales no cumplen con nuestras expectativas, o las de los demás. 

El apóstol Santiago (4:1,2) lo resume así: «¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo».

Identificar si nuestro enojo proviene de esos malos deseos nos ayudará a buscar las maneras de enfrentarlo. 

En segundo lugar, sabemos que la Biblia nos dice que quitemos el enojo y lo dejemos ir, pero no es tan fácil. Por esa razón, Dios nos pide: «Dame, hijo mío, tu corazón». El corazón es el asiento de la voluntad y el lugar donde se toman las decisiones. Si queremos dejar el enojo, debemos voluntariamente someternos al Espíritu Santo para que Él ejerza el dominio sobre nuestras mentes. 

Una vez que identifiquemos la raíz del enojo y nos rindamos ante Dios experimentaremos un cambio. Sin embargo, todo esto lleva tiempo y pasos concretos. Te comparto algunos que te pueden ayudar en el proceso. 

Pasos concretos

#1

Ríndete y acepta que tienes ira. 

#2

Corre como gacela a Dios, y pídele que te revele la causa escondida de tu ira. 

#3

Aprende a identificar tu enojo desde tus sensaciones corporales (este es tu sistema de alarma interna) y tranquilízate por medio de respiraciones tranquilas. 

#4

Identifica los pensamientos (de dónde surgen, qué te provocan, por qué).

#5

Ahorra tus palabras cuando estés muy enojada. Medita y memoriza versículos que sometan tus impulsos emocionales.

#6

Habla de tu ira (pensamientos) con tu Señor y con un consejero capacitado.

#7

No exijas que las personas llenen tus necesidades de seguridad, estima y valor.

Como leímos al principio, muchos de los problemas en la vida surgen del enojo, uno que, principalmente, no se ha trabajado bien. Detente hoy y medita en estos puntos. ¿Qué puedes hacer para dar el primer paso hoy para gestionar de manera correcta el enojo? 

Sheila Hernández es psicóloga y consejera cristiana. Vive en la ciudad de Querétaro con su esposo y sus dos hijos jóvenes. 


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