Todo lo admirable
Encontrar belleza en medio del caos
Por Adaía Sánchez Martínez
¿Has escuchado sobre la cultura de la positividad tóxica? Es ese fenómeno que vemos mucho en redes sociales, donde todo parece estar cubierto con una capa de optimismo exagerado. Se expresa en frases como: «Todo va a salir bien», «Lo que no me mata me hace más fuerte», y un sinfín de brillitos y unicornios.
El mensaje es claro: «Piensa como una ganadora; mantén la cabeza en alto». No importa si estás enfrentando un problema, una ruptura amorosa, una enfermedad o simplemente un momento de incertidumbre.
En respuesta a esta cultura, ha surgido una tendencia opuesta: enfatizar que la vida es dura, mostrar la crudeza del dolor y las dificultades. Esta perspectiva nos recuerda que hay días oscuros y que eso también es parte de la vida.
Como buena melancólica, tiendo a inclinarme a esta perspectiva, es decir, veo el vaso medio vacío. Me justifico pensando que negar nuestras realidades dolorosas con el afán de evitar el sufrimiento no es saludable. Nos limita de enfrentar la vida tal y como es, y de buscar las herramientas que necesitamos para atravesar los momentos difíciles. Sin embargo, como siempre, en la Escritura encontramos un consejo aún más profundo.
En Filipenses 4:8, Pablo nos invita a pensar en todo lo admirable, excelente y virtuoso. La palabra griega que usa es areté (ἀρετή), que significa virtud o excelencia moral, algo que enriquece la vida de los demás.
¿Está Pablo promoviendo la positividad tóxica? Para nada. Si lees sus cartas, verás que no oculta sus luchas: hambre, prisión, abandono, rechazo, persecución. Pablo no pretende que la vida cristiana sea color de rosa. No niega la realidad del dolor, pero sí elige enfocarse en los pequeños destellos de gracia que aparecen incluso en los días más oscuros.
Piénsalo así: todo lo que vale la pena en la vida viene con un poco (o mucho) de sufrimiento. No podemos ignorar esa realidad. Sin embargo, podemos elegir enfocarnos en lo admirable, en lo que nos da esperanza y propósito, y que nos recuerda que no caminamos solas.
Aquí es donde entra el poder del «y». No se trata de cubrir lo feo con un sticker de carita feliz, sino de abrazar ambas realidades: lo difícil y lo hermoso, y reconocer que Dios nos da su gracia en medio de ambas.
Por ejemplo:
Ser soltera puede ser un reto y una oportunidad para descubrir quién eres realmente.
Emprender un negocio puede ser agotador, lleno de riesgos y muy gratificante.
Tener una familia puede ser extenuante y estar lleno de pequeños momentos de gozo puro.
Saboreemos esos destellos de gracia que nos mantienen a flote mientras navegamos las dificultades de la vida. Porque al final del día, lo admirable no borra el dolor, pero sí nos recuerda que Dios sembró belleza incluso en medio del caos.
Encontrar belleza en medio del caos