Todo lo verdadero
En esto piensa
Por Andrea Hernández
Un profesor pretendía probar a sus alumnos cómo la verdad puede ser relativa. Colocó sobre una mesa una pelota que se veía negra. Le pidió a una persona que se parara en un extremo y a otra en el lado opuesto.
A los dos les preguntó de qué color era el balón, a lo cuál sin titubear respondieron al mismo tiempo: «¡Negro!», «¡Blanco!». Enseguida empezaron a discutir entre los dos compañeros, argumentando que era absurda e ilógica la respuesta del otro. El resto de la clase estaba perpleja.
Antes de que el calor de la discusión subiera, el maestro los detuvo y giró la pelota unos 90 grados hacia el centro. En efecto la mitad era blanca, y era la perspectiva que uno de los estudiantes tenía. Y era verdad; la pelota era negra, pero también era blanca.
Con este ejercicio el profesor quiso dejar claro que es posible que dos verdades se contrapongan. También influye lo que la persona está viendo o viviendo, y cómo esto genera más conflicto que empatía, más separación que unidad, etc.
Me gustó el ejercicio, y más porque para mí es fácil entender dos puntos distintos de una situación. Pero después me dio un poco de temor, pensar que fuera tan convincente la idea de que la interpretación de cada quien sea llamada verdad, simplemente porque es «el color que ve».
Me pareció un tanto peligroso creer que esta idea de que «el balón es negro y también blanco», aplique siempre en cada situación, pues termina siendo una visión meramente humanista.
En Filipenses 4:8 la palabra en griego que se usa para definir lo verdadero es «ἀλήθεια» (aletheia), que significa: «lo que no está oculto». En el contexto de la Biblia se refiere más a los atributos o naturaleza de Dios que a un concepto filosófico de la verdad. Entonces, ante cualquier duda, Dios siempre será la verdad, lo auténtico, lo que es realidad o genuino.
Cuando Pablo nos insta a pensar en lo verdadero, se refiere a que nos concentremos en todo lo que proviene de Dios. En el mundo en que vivimos veremos muchas verdades y verdades a medias, mentiras disfrazadas de verdad y mentiras aceptadas como verdades. Resulta esperable que a veces el tema se vuelva confuso y difuso.
Me dedico a la fotografía. Hace poco edité unas fotos escolares de grupo. En una de las fotos me di cuenta de que al fondo estaba un bote de basura y personas que no debían de estar al momento de la toma. No podía dejarlos ahí pues no se vería profesional ni limpio. Así que recurrí a la herramienta de IA y con dos clics ¡Voalá! Los intrusos desaparecieron sin dejar rastro alguno.
Me emocioné mucho por este avance tecnológico, luego me puse a pensar. Ahora la imagen ya no era una representación fiel de aquel momento en el que di un clic. Entonces, me pregunté: ¿es esta fotografía una verdad modificada o mejorada? ¿una mentira pura? ¿o no importa por tratarse de una fotografía? ¿Es un asunto técnico o moral? ¿Hasta dónde es válido modificar lo que identificamos como verdad? ¿Hasta dónde es ético editar una foto?
El reciente lanzamiento de la aplicación de Google: VEO3, permite realizar videos (con audio e imagen) creados totalmente con inteligencia artificial. Podemos hacer cosas maravillosas con estas innovaciones, pero ¿también la propagación de información falsa (mentiras) se disparará como nunca? La IA tiene un alto potencial de usarse para mal, así que tendremos que educar más nuestro criterio y nuestra mirada para reconocer lo falso de lo verdadero.
Con tanta información encima, entonces, ¿qué hago con la invitación de Pablo a concentrarme en todo lo verdadero si me encuentro sumergida entre mensajes confusos, alternos y grises?
Filipenses 4:8 nos invita a cultivar una mentalidad que refleje los valores del Reino. Sabemos que nuestros actos vienen de lo que primero sentimos y pensamos. Así que empecemos por ahí, por lo que se origina en nuestra mente. Este versículo resalta la importancia de la mente.
En la versión NTV de este versículo dice: «Concéntrense en…», y parte del significado de la palabra concentrarse, se refiere a «centrar intensamente la atención en algo». Con esto podemos preguntarnos: ¿En qué pensamientos se centra nuestra mente? ¿En qué no podemos dejar de pensar? ¿A qué creencias le dedicamos el mayor tiempo y esfuerzo? ¿Son verdades de Dios?
A continuación, unas ideas de cómo podemos practicar esta invitación en el día a día:
Demos gracias por las bendiciones: En lugar de enfocarnos en lo que falta o en lo negativo, reflexionemos sobre las cosas buenas y verdaderas que inundan nuestra vida.
Rechacemos pensamientos de autoengaño o mentiras internas: Identifiquemos pensamientos falsos como «no soy suficiente» o «nadie me quiere», reemplazándolos con verdades bíblicas. Desechemos pensamientos destructivos, pues estos podrían convertirse en «verdades» en nuestra mente, cuando no lo son.
Defendamos la verdad en conversaciones difíciles: Seamos firmes, pero amorosos y respetuosos cuando surjan temas éticos o morales, siguiendo el ejemplo de Jesús al hablar con gracia y sabiduría.
Seamos un ejemplo de integridad en todos los ámbitos: Cumplamos con nuestras responsabilidades de manera honesta, evitando atajos, trampas o mentiras, y mostrando que valoramos la verdad en todas nuestras acciones.
Oremos con sinceridad: Podemos ser honestos con Dios acerca de nuestras luchas, emociones y deseos. Reconocer la verdad de nuestra situación nos ayuda a acercarnos más a Él y a recibir Su guía.
Pensar en todo lo verdadero podrá influir en nuestras decisiones, relaciones y actitudes, ayudándonos a vivir con autenticidad y propósito que Dios nos da.
Cuando uso mi cámara, uno de los aspectos más importantes para que salga bien la foto es el enfoque. Necesito girar mi lente hasta que el sujeto que pretendo fotografiar se vea nítido, aunque lo demás se vea borroso, pues es eso lo que quiero que resalte del resto.
Igual podemos hacer al «enfocarnos» en todo lo verdadero. Siempre tendremos distracciones y mentiras a la vista, que quieren llamar nuestra atención, pero tenemos la libertad y responsabilidad de pensar en todo lo verdadero.
Dejemos que la verdad se vea nítida aunque quede borroso el resto; que no nos abrume porque no lo podremos desaparecer. Podemos elegir a dónde mirar, en qué pensar y cómo vivir: impregnados, enraizados, hundidos, saturados en la verdad de Dios.
¿Cómo lo gestionas?