El perfecto amor echa fuera el temor
¿Cómo conocer este amor?
Por Sheila Hernández Huerta
Hoy, como siempre, me desperté sin deseos de levantarme. Débil, toda mi vida me ha acompañado un miedo constante a todo y a nada. No sé explicarlo con palabras. No me sé cuidada ni protegida en los ambientes que me ha tocado vivir. En casa, los gritos de mis padres surgen con sus desacuerdos constantes.
Me pregunto: «¿Por qué no se separan y terminan con esta farsa de una vez por todas?».
Vivir así es violento.
En mi escuela no es diferente: burlas, exigencias, rechazo constante. Me duele aceptarlo, pero me lastiman desde los gestos que tienen hacia mí, hasta el no incluirme en sus planes y fiestas.
Son como recordatorios constantes: «Muérete» «Acaba con tu vida». Solo quisiera dejar de existir.
No es bonito vivir con antidepresivos. Percibo los ojos expectantes de mis padres y maestros sobre mí que me instigan a rendir más, dar más. Me dicen: «¡Tú puedes!» Pero ¿cómo les digo que no puedo? ¿Que no quiero?
Mi apariencia dista mucho de lo que significa ser bonita. A mi cuerpo le falta o le sobra. Hasta hoy no he conocido una persona digna de mi confianza que me haga sentir segura.
¿Quién puede aliviar mi existir? Solo mi perro. Quizás por él, no acabo con mi vida. Hoy que hacen reformas y leyes para todo, ¿por qué no hacen una ley que permita quitarse uno la vida para la salud mental de todos?
Como los grandes artistas, quisiera transformar mi sufrimiento en arte, como Frida Kahlo. Y si me preguntaran qué hacer con mi cuerpo cuando muera les diría como ella: «¡Quémenlo! No quiero que me entierren. He pasado demasiado tiempo tumbada… ¡solo quémenlo!».
Esta y otras historias parecidas escucho constantemente. Me gustaría decir a todas las que se sienten así que ¡el amor perfecto existe! Y su nombre es Jesús. Y en esta clase de amor, no hay temor. Porque el amor perfecto expulsa todo temor.
¿Cómo conocer este amor? Quizá solo has conocido el amor imperfecto, o quizás te han compartido de Jesús de manera imperfecta.
Pues el primer paso es saber que esta clase de amor existe, saber que hay esperanza. «En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados» (1 Juan 4:10).
Si tus miedos, tristezas y deseos de morir, es decir, todas tus imperfecciones internas, tomaran forma por fuera y se volvieran un abismo entre tú y Dios, ¿sabes que Él tiene el poder para quitarlo?
La pregunta es: ¿Tú quieres que lo quite?
El segundo paso es saber que su Palabra es una lámpara que guía tus pies y una luz para tu camino. (Salmos 119:105). Él no te deja sola. Te acompaña siempre en distancias cortas y largas, dándote claridad y una vista muy diferente durante ese caminar. Te consuela con el poder de su Espíritu Santo. Por cierto, no te espantes al leer Espíritu Santo, es Dios mismo dentro de tu espíritu y de tu mente consolándote y guiándote a toda la verdad. No te conduce a mentiras, sino al mismo corazón del Padre.
Ese consuelo que tanto anhelas, no te lo dará algo que habite en la tierra, sino solo algo divino, que emana de Dios, y el Espíritu Santo habita en todo aquel que cree. Esta es la salvación tan grande que Dios ha provisto.
Quiero compartirte un dato interesante: la neurociencia a través de muchos años y estudios longitudinales ha descubierto que el ser humano necesita ávidamente experimentar una presencia que le provea seguridad, saberse visto, consolado y a salvo.
Dios ya proveyó desde el principio esta perfectibilidad amorosa. ¿La quieres tener?
Te dejo el pensamiento de una mujer que recibió el perfecto amor en su vida, y no solo lo disfrutó ella, sino que también lo prodigó a otros.
«Dame el amor que enseña el camino,
La fe a la que nada pueda hacer desmayar
La esperanza a la que la desilusión no cansa
La pasión que me hará arder como el fuego…
Hazme tu combustible, Llama Divina».
Amy Carmichael
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