La patita fea

Foto por Sergio Mendoza

Foto por Sergio Mendoza

¿Alguna vez te has sentido así?

Por Laura Castellanos

Sus compañeros le apodaban «La Patita Fea».  ¿Por qué? Todo comenzó el día en que no quiso salirse de clases una hora antes. Su rareza no hubiese sido tan notoria si a la mañana siguiente no se hubiera negado a probar su primer cigarro.

Cuando rechazó la invitación al antro pues al otro día debía ir a la Iglesia, fue señalada. Y desde ese día, «La Patita Fea» sufrió el desprecio de sus compañeros y la compasión de sus maestros.  

Caminaba por los pasillos rodeada de sus «amigas», aunque sabía que a sus espaldas se reían de su modo de vida, pues no entendían por qué no bebía alcohol ni vestía provocativamente. Y a pesar de sacar buenas calificaciones y aprobar sus materias, le dolía ser el objeto de las burlas. 

Así transcurrían las horas escolares, con pesadez y martirio, siempre siendo la aburrida, insignificante y tonta «patita fea».  Pero al llegar a casa, sus ojos brillaban y su rostro se iluminaba, porque entonces se encerraba en su recámara, abría su gaveta y extraía sus lápices de colores.

Entonces, con trazos firmes y decididos salpicaba la hoja de color hasta formar lindos paisajes que iban desde altas cordilleras hasta frondosos árboles en medio del bosque.

Una tarde en que todo le había salido mal —sus amigas se habían ido de viaje sin invitarla y tuvo que sentarse sola en el aula y comer sin compañía— comenzó a dibujar sin prestar atención a los movimientos de su mano.

«A veces quisiera ser como los demás», murmuraba. 

Minutos más tarde, se asombró de su propia obra. ¿Qué había hecho? ¿Un lago con muchos patos y un cisne en medio? De repente lanzó una carcajada. ¡Por fin había descubierto el misterio!  Y es que comprendió que «La Patita Fea» no era extraña o anormal. Simplemente resaltaba entre los demás patos, por ser un cisne. 


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