¿Importa lo de afuera?

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

Me pregunté si mi interior era tan bello  como para que no importara lo que se veía en el exterior

Por Sara Trejo de Hernández

Cuando era pequeña solía escuchar: “Las bonitas están huecas o son malas”. La idea me daba algo de gusto interno, ya que yo no me consideraba bonita, por tanto, estaba libre de los defectos que asumían de las que sí lo eran.

Pero en la preparatoria cuando conocí a una chica que era muy bonita, inteligente y buena, la teoría se vino abajo. Descubrí que el aspecto exterior no siempre tiene relación con lo que hay en el interior.

Pasaron años y ya había olvidado esta reflexión, hasta que de repente se me inflamó un párpado y me salió una bolita. Cuando me revisó el médico dijo que era una infección y que debía usar antibióticos, pero no podía maquillarme por una semana.

Mi aspecto cambió. Parecía que estaba triste y llorosa, además de que mi rostro no tenía simetría. Veía  la mirada de algunas personas, que sin decir palabra reflejaban una pregunta: “¿Qué le pasó?”.

Ante esta realidad, vino a mi mente algo que escuché en una clase bíblica acerca del tabernáculo, el lugar donde Dios se encontraba con su pueblo en el desierto. Dios pidió que se adornara de forma maravillosa, oro, plata, cobre, telas de lino fino y colores rojo, azul y púrpura. Por fuera tenía pieles de carnero, cabra y tejón. Lo más hermoso estaba en el interior.

Al comparar esto conmigo, me pregunté si mi interior era tan bello  como para que no importara lo que se veía en el exterior. ¿Será que a la gente le agrada mi compañía? ¿Sienten el amor de Dios a través de mi trato? ¿Soy respetuosa y amable?

He aprendido a no valorar solo el aspecto de las personas, sino a ver lo que no es evidente y descubrir la belleza que no se destruye con la edad, la que se halla en el interior de cada persona.


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