En proceso de remodelación

Foto por Andrea Hernández

Foto por Andrea Hernández

Es maravilloso saber que tenemos un asesor personal, de imagen integral

Por Sara Trejo de Hernández

El personaje principal de la película «Mi encuentro conmigo», era un asesor de imagen que se dedicaba a indicarle a la gente qué hacer, decir y ser, para tener éxito. Sus clientes lograban sus metas, gracias a sus indicaciones. Recibir esa guía es un sueño para mucha gente.

La televisión comercial transmite un programa al que asisten personas que quieren cambiar su imagen. Graban todo el proceso que sufre el participante. Transforman su vestimenta, cabello y maquillaje, al final le toman fotos y las ponen en un gran espectacular e invitan a sus amigos y familiares para verlo.

La Cenicienta no tuvo que asistir a un programa ni tener un asesor de imagen, solo llegó el hada madrina y la convirtió en una princesa. ¿No te gustaría estar en manos de un experto asesor de imagen o tener un hada madrina?

Este proceso es muy interesante pero superficial, no logra nada en el interior de la persona. Sin embargo, existe alguien que sí puede realizar una transformación integral. Después de encontrarnos con Jesucristo y aceptarlo como nuestro Salvador y Señor, Dios nos cambia.

La Biblia dice: «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).

Es maravilloso saber que tenemos un asesor de imagen integral personal, que está interesado en cada uno al grado de convertirnos en alguien nuevo. No importa lo difícil del trabajo, Dios lo va a realizar. Como en la historia de Pinocho: «hasta que seamos niños de verdad».

Sólo nos queda tener paciencia y dejarnos moldear. A alguien se le ocurrió colgarse un dije con las iniciales TPCDANTO. Cada vez que alguien le preguntaba qué quería decir, muy feliz contestaba: «Tenga paciencia conmigo, Dios aún no termina su obra».

Esto no es una excusa para ser irresponsables de nuestras actitudes y acciones, pero sí es un recordatorio de que no somos un producto terminado y no importa con lo que estemos batallando, Dios se encargará de que quedemos listos.

Esto le tomará toda nuestra vida, pero según dice el versículo anterior, no va a dejar su obra a medias. ¡Qué gran consuelo! Así podemos estar seguros de que Dios transforma nuestra vida (esa es su promesa) y estaremos listos al morir para encontrarnos con Él.


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