La oración y las peticiones personales

Foto por Sara Trejo

¿Qué y cómo pedimos para nosotros? 

Por Julia Harris

Otro de los ingredientes en el incienso del tabernáculo era el gálbano aromático. El gálbano se obtiene de un arbusto (Férula gummosa). Se saca una savia lechosa de las raíces o la parte inferior del tallo que se endurece al contacto con el aire en forma de resina gomosa.

Tiene un olor desagradable, pero al entrar en contacto con otras sustancias aromáticas aumenta la fragancia de éstas y prolonga su aroma.

Los cuatro ingredientes del incienso tenían que mezclarse en partes iguales. Si solo se usara gálbano, el resultado sería un aroma desagradable.

Pensando ahora en nuestras oraciones vamos a comparar el gálbano con nuestras peticiones. Si al orar solo pidiéramos cosas para nosotros nuestro incienso no sería de olor grato para nuestro Dios.

¿Qué cosas pedimos para nosotros y cómo las pedimos? ¿Lo hacemos bien o mal? Vamos a poner un ejemplo:

«Señor, dame un novio guapo, también necesito un teléfono más moderno, y que mi mamá ya no se meta en mi vida. Por último, que mi papá me compre esos jeans que me gustan. En el nombre del Señor Jesús, amén».

¿Qué les parece esta oración? ¿Se parece a lo que se describe en Santiago 4:2,3?

No tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.

Las peticiones personales son importantes, pero no deben ser el único elemento en la oración ni abundar en egoísmo. El Padre nuestro nos enseña tres peticiones: 

Dame hoy el alimento que necesito.

Pedir lo que realmente necesito para hoy y seguir el ejemplo del apóstol Pablo: «he aprendido a estar contento con lo que tengo» (Filipenses  4:11). Y como dice el Salmo 23: «El Señor es mi pastor; tengo todo lo que necesito».

Perdóname mis pecados.

No permitas que ceda ante la tentación, sino rescátame del maligno. 

Por último, mencionamos otras peticiones personales que encontramos en la Biblia.

Salud. El Señor puede sanar cualquier enfermedad. Un leproso hizo su petición de esta manera: «¡Señor!—le dijo—, ¡si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio!» (Lc. 5:12). Pidamos y esperemos que Dios actúe según su voluntad.

Conocimiento y sabiduría para poderlos aplicar. «Señor, enséñanos» (Lucas 11:1). Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla» (Santiago. 1:5).

Valor y oportunidades para testificar. «Señor, escucha sus amenazas y danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra» (Hechos 4:29). Que nos muestre qué es lo que Él quiere que hagamos en cualquier situación. «Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (Hechos 9:6).

Aprendamos a pedirle a nuestro Señor las cosas que debemos pedir. Así, el gálbano añadido al de nuestras oraciones será de olor grato.


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