Ideas para practicar la sencillez

Foto por Sergio Mendoza

5 consejos prácticos

Por Esencia

Aun cuando entendemos la teoría, debemos orar y pedir a Dios que vaya cambiando nuestros pensamientos. Pero podemos cultivar pequeños hábitos que nos pueden ayudar a desenmascarar y desechar el consumismo que se cuela sutilmente en nuestras vidas, y así podremos practicar la sencillez.

Aquí hay algunas ideas.

1. Compra las cosas por su utilidad, no por su estatus.

Pensemos en la ropa. Compra lo que necesites, no lo que puedas presumir. La sociedad presiona, principalmente a las mujeres, en el área de la moda. ¿Quién tiene el vestido más caro, más bonito, más elegante? John Wesley decía: «Sobre ropa, compro lo que me va a durar más, y en general, lo más sencillo».

A veces la ropa de más calidad es más cara, pero a la larga nos dura más y resulta de más utilidad. Sé sabio al comprar, y ¡sí!, ora al respecto. A Dios le interesa tu corazón, y está dispuesto a escuchar y guiar tus decisiones.

2. Rechaza todo lo que está produciendo una adicción en ti.

Quizás sean películas o juegos de video, tal vez zapatos o incluso libros. Una adicción es cuando algo está fuera de tu control. ¿Puedes vivir un día sin celular o sin televisión? Puedes saber si eres adicto a algo si observas en qué tienes compulsiones no disciplinadas.

Por ejemplo, despiertas un poco tarde y debes irte a la escuela. Tienes la mochila, tu almuerzo, quizá dinero en el bolsillo para el pasaje pero… ¡no encuentras tu celular! ¡O tu video juego! O el izquierdo de tus tenis preferidos. O cierta pulsera o un anillo. Entonces te pones frenético. Buscas, gritas, acusas, ¡te llenas de pánico!

Si descubres una adicción, recuerda que no la vencerás por pura fuerza de voluntad. Decide abrir este pequeño apartado de tu corazón ante Dios y entrégaselo. Vive un día a la vez en dependencia de la intervención de Dios para que te libere de aquello que te esclaviza.

3. Crea el hábito de regalar cosas.

Si tienes demasiado de algo, regala el resto y quédate con lo necesario. En otras palabras: desacumula. Cuando te mudas de casa, descubres cuántas cosas tenías guardadas que incluso ya habías olvidado. Es necesario simplificar.

Revisa periódicamente tus roperos. Una regla dice: «Si no has usado algo en seis meses o un año, probablemente ya no lo usarás». Quizá se trata del regalo de alguien que no conoce tus gustos o una locura porque encontraste un descuento, pero si no lo usas, dalo a quien sí pueda hacerlo.

4. Aprende a disfrutar de las cosas sin poseerlas.

¿Quieres un hermoso jardín? Disfruta el parque. ¿Te gustan los libros? Saca libros de la biblioteca. ¿Te agradan las películas? Réntalas o haz intercambios con tus amigos.

Cuando aprendes a vivir con sencillez, encuentras la satisfacción de otras cosas, como disfrutar el arte en un museo, o asistir a conciertos clásicos para gozar de la música.

Incluso, comenzarás a apreciar la naturaleza. Tendrás la libertad de reconocer que el mundo creado por Dios es maravilloso, y que subir un cerro, nadar en un río, caminar por un bosque, te llenarán de más gozo que mirar los escaparates en un centro comercial y solo aumentar tu hambre por bienes materiales que no necesitas.

5. Evita el «compre hoy, pague mañana».

Hoy en día muchas personas son esclavas de su tarjeta de crédito. Viven en constante preocupación por pagarlas. Puedes escuchar testimonios escalofriantes sobre personas que adquirieron una gran deuda, y al otro día perdieron su empleo.

Si tienes, compra. Si no tienes, no lo hagas. Espera a ahorrar, y en el tiempo de espera, evalúa si en verdad necesitas aquello que anhelas.

Estos pasos no son en sí mismos reglas a seguir para tener una vida sencilla. Son sugerencias para practicar lo que nace en el corazón.


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