Serie: Principios sobre la belleza 

Foto por Itzel Gaspar

Principio 2: Si juzgamos algo creado, realmente estamos juzgando al Creador

Por Laura Castellanos

Cecilia conoció a Hugo por medio de un chat en Internet. Primero se escribieron por correo, luego se hablaron por teléfono, hasta que finalmente se vieron cara a cara. No hubo sorpresas, pues ambos fueron sinceros desde el principio. No hubo desilusiones, pues ambos enviaron fotografías fidedignas.

Tristemente, vivían en ciudades distintas, lo que impedía que se visitaran con frecuencia; pero pronto supieron que se amaban y que querían casarse. Él le entregó el anillo y los preparativos no se hicieron esperar.

Dos meses antes de la boda, Cecilia invitó a Hugo a su ciudad. Quería que él estuviera presente en un desfile en el que ella participaría como diseñadora. Cecilia se había esmerado para participar en esta convocatoria de una importante casa de modas, donde elegirían a tres nuevas creadoras. El tema también le emocionaba: vestidos de novia. Y pensando en su futura celebración, había trabajado con todas sus fuerzas.

A propósito, Cecilia no le dijo a Hugo el nombre de su creación, pero se colocó detrás de la cortina, a unos pasos de Hugo quien charlaba con su hermana, mientras presentaban su traje.

—¿Qué es eso? —preguntó Hugo—. Parece un disfraz de ganso. ¿Por qué tantas plumas? ¡Hasta le puso una pluma de pato en la cabeza con todo y velo! ¡Qué ridículo!

Sobra decir que Cecilia se sintió traicionada. Lloró toda la noche y Hugo se cansó de pedirle perdón.

—Solo critiqué el concepto, pero eso no tiene nada que ver contigo —le explicó Hugo.

—Criticar mi vestido es como criticarme a mí.

—Pero, ¡no entiendo! ¿De qué hablas?

—¿Crees que mi vestido es feo? —preguntó Cecilia.

Hugo titubeó: —Es... diferente. Pero no me gustaría que lo usaras en nuestra boda.

No todos pueden ver

Confucio dijo: «Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla». Supongo que es como cuando varias personas observan la misma pintura y uno la encuentra deprimente, el otro atractiva y alguien más tétrica.

Dice la Biblia: «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:11 NVI).

Dios creó todo porque así lo quería y al hacerlo, le dio un propósito y utilidad. Aun el microorganismo más pequeño, que alguien podría considerar inútil o inservible, afectaría el macro ecosistema en caso de no existir. Lamentablemente, no todos podemos ver la hermosura de una cucaracha o un ratón, de una hormiga o una avispa. Las matamos, nos escandalizamos y deseamos exterminarlas.

¡Qué maravilloso sería que todos compartiéramos esa visión de hallar belleza en toda la naturaleza!

Creación extraordinaria

Aun así, más allá de que la naturaleza es bella, el hombre también es una creación extraordinaria. Los médicos se asombran del poder de recuperación del cuerpo humano; las madres se preguntan cómo puede un niño crecer en su vientre. Leemos y escuchamos sobre personas que sobreviven a situaciones extremas por pura voluntad. Nos quedamos boquiabiertos ante la explicación del funcionamiento de nuestros riñones o nuestro cerebro. Y todo surge de la misma fuente.

«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1:27 RVR60).

Si pudiera, le preguntaría a Dios: ¿Creaste mujeres feas? ¿Creaste hombres feos?  Pero supongo que mi pregunta es un tanto incorrecta. ¿Qué madre diría que su hijo es feo? ¿No negaría en ello su propia esencia? ¿Qué del artista que contempla su obra con emoción, dirá que ha hecho algo inútil o inservible?

El maestro Cézanne, por ejemplo, buscaba representar la vida contemporánea, pintando el mundo tal como se presentaba ante sus ojos, sin preocuparse por idealizaciones temáticas. Sin embargo, se nos dice que antes de morir, Cézanne se preguntó si no sufriría de los ojos. ¿Qué tal si aquello que pintaba surgía de un problema de visión y no del talento?

Se ha descubierto que Cézanne era miope, además de padecer de la retina y de cataratas. ¿Afectó eso su obra o la mejoró? Lo cierto es que Cézanne descubrió una prueba para validar su arte: «Cuando juzgo el arte, cojo mi cuadro y lo pongo junto a un objeto obra de Dios como un árbol o una flor. Si desentona, no es arte».

¿Por qué decimos que los cuadros de Cézanne son obras de arte? ¿Dónde encontramos su belleza? En el hecho de que su creador así lo dispuso; él pretendía crear algo hermoso a la vista al retratar lo que veía.

La realidad humana

Tristemente, en lugar de ver a los demás como Dios los ve: obras creadas de gran valor y hermosura, los menospreciamos. Bien dice la Biblia:

«¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, somos desleales los unos con los otros, profanando el pacto de nuestros padres?» (Malaquías 2:10 RVC).

¿Por qué criticamos al otro por su apariencia? ¿No hemos sido hechos por la misma mano? ¿En qué nos basamos para juzgar a otros? ¿No somos, en cierto modo, hermanos de sangre y de raza? Si le preguntáramos a un artista cuál de todas las obras que ha pintado es su preferida, titubearía. Cada cuadro es una expresión de su persona; cada pincelada, el fruto de su trabajo.

¿No sucede lo mismo con el Creador? No olvidemos entonces que: 

Si juzgamos algo creado, realmente estamos juzgando al Creador

Hugo convenció a Cecilia de que lo intentaran una vez más. Él se había enamorado de su personalidad aventurera y le encantaba cómo vestía, siempre de modo original y contemporáneo. Así que apagado el conflicto del desfile de modas, olvidaron el asunto. 

Al poco tiempo ella viajó a la ciudad donde vivía Hugo y visitó el restaurante en el que él trabajaba como chef. Cecilia pidió la especialidad del día y Hugo se esmeró para preparar un platillo excepcional. Lleno de nervios por la reacción de Cecilia, desde la cocina la observó comer.¿Qué pensaría? No se aguantó la curiosidad y envió al mesero a indagar.

—¿Le gusta? —preguntó el emisario. 

—Claro que sí. Pero más que nada amo las manos que lo prepararon —respondió Cecilia con un guiño en dirección a la cocina.

Hugo se sonrojó. Lección aprendida.


Tal vez también te interese leer:

Eres admirable   (No dudes de esta aseveración)

Vales... y mucho   (Acepta esta verdad)

Serie: Principios sobre la belleza (1)  (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (3)  (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (4)   (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (5)    (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (6)    (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (7)     (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (8)    (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (9)  (Una serie sobre la verdadera belleza)

Serie: Principios sobre la belleza (10)  (Una serie sobre la verdadera belleza)

Anterior
Anterior

María de viaje

Siguiente
Siguiente

El hombre clave de la historia