El ajolote y ¿tú?
¿Sabías que si un ajolote pierde una pata o una cola la regeneran en unos meses?
Por Laura Castellanos
El ajolote no es un pez con patas, ni un reptil, sino un anfibio neoténico. Esto significa que alcanza la madurez sexual y se reproduce sin convertirse nunca en adulto. En otras palabras, es un «niño» eterno.
Si bien este animalito, que puedes encontrar en Xochimilco y está en peligro de extinción, es muy estudiado por los científicos, me hace pensar en dos cosas.
1. Su miedo a crecer
Verás, en su estado de larva alcanza la madurez sexual para reproducirse, ¡pero no pierde las branquias y no pasa de ser acuático a terrestre! Del mismo modo, muchos hoy se han quedado atrapados en la «adolescencia». Disfrutan un poco de las «aguas» de ser niños, pero no pisan por completo el mundo «terrestre» de los adultos.
Si tú eres hoy adolescente, no tengas miedo de crecer. Si bien es «húmedo y agradable» vivir en el agua de la niñez, y quizá quieras un poco del mundo adulto como tener tu licencia para conducir y votar, o llegar más tarde a casa, acepta también que ser adulto conlleva obligaciones que te ayudarán a madurar y a ser más útil a la sociedad.
Los ajolotes son fascinantes, pero así fueron creados por Dios. El plan de Dios para los seres humanos, sin embargo, no es quedarnos «atrapados» en una etapa de desarrollo sino madurar, crecer y transformarnos en las personas que Él diseñó.
2. Su capacidad de regeneración
¿Sabías que si un ajolote pierde una pata o una cola la regeneran en unos meses? Incluso puede regenerar ¡partes de su cerebro! Aún más increíble, es que sus heridas se curan sin dejar cicatrices. ¡Ningún otro animal puede hacerlo!
El hombre, sobre todo, es incapaz de regenerar una pierna o curarse de un daño en la médula espinal. En el terreno espiritual es aún más complicado. Toda herida deja cicatrices, sean físicas o emocionales.
La buena noticia es que el Creador del ajolote es experto en regenerar al ser humano cuando se lo permitimos. Dios «nos salvó, y no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por… el lavamiento de la regeneración» (Tito 3:5, RVC). ¿Has experimentado esto?
Cuidemos de los ajolotes y aprendamos de ellos. Son endémicos de la ciudad de México, una razón más para estar orgullosos de ellos.
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