Despiste
Yo soy despistada, extremadamente despistada
Por Cesia Carrillo Clemente
Reconozco mi facilidad para distraerme cuando alguien me está hablando. Incluso cuando yo estoy hablando de un tema, con mucha ligereza puedo saltarme a otro asunto. Sé que no es lo correcto, pero admito que me cuesta aún más trabajo cuando alguien me da una instrucción.
Por ejemplo, cuando de niña me enviaban a la tienda y no escribía todo en una lista, en mi mente debía ir repasando o asociando las cosas para no equivocarme. Confieso que en muchas ocasiones, aun con todo ese esfuerzo, terminaba con otro menú para la comida.
Poner atención cuando hay infinidad de ruido es más difícil y en ocasiones podemos distorsionar lo que se nos está diciendo. No quiero sonar muy extraña con esto, pero creo que en nuestra relación con Dios, muchos tenemos déficit de atención.
Deuteronomio 6:4-9, dice:
«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas».
Es una ordenanza muy específica y con mucho valor para nuestra mente humana. Se nos requiere recordar constantemente la Palabra de Dios, ponerla en nuestra mente, en la mano, en la casa, en donde sea. Es una forma que ayuda mucho a no distraernos y escuchar con atención. ¿Cómo obedecer si para empezar no escuchamos la instrucción? Es necesario prestar atención.
La Escritura afirma: «El obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros» (1 Samuel 15:22 b).
Una forma de prestar atención, en mi caso, es viendo a la persona con la que estoy hablando. De esa manera puedo hacer una conexión sin distraerme. En la Biblia encontramos esta instrucción: «Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2).
Si fijo mis ojos en Cristo, prestaré más atención a su voz. Entonces aun en medio de las distracciones, podré recordar su Palabra en mi corazón. Y así seré menos despistada.
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