Las omnipresentes redes sociales

Foto por Andrea Hernández

Ilustración por Frida García R.

No podemos separarnos de ellas

Por Erika de Sawatzky

Las redes sociales siempre tienen algo interesante para ver: un like o comentario en respuesta a lo que publicaste, un reel o TikTok nuevo, algún video para distraerte un rato. Las redes sociales siempre están listas para llenar por completo tu mente y tu tiempo. Parecieran tener una característica que no todos tenemos: la omnipresencia, o estar presente en todo lugar y en todo tiempo (excepto cuando no hay WiFi o no tienes datos). 

Quizá, por esa razón, recurrimos a ellas constantemente y no podemos separarnos de ellas. Pero existe un versículo muy interesante en la Biblia que dice: «No se emborrachen con vino... más bien, llénense del Espíritu» (Efesios 5:18, RVC). 

Mientras que la instrucción en la primera frase obviamente se refiere a un exceso de alcohol, la segunda frase abre el panorama a cualquier cosa que podría tomar el lugar del Espíritu de Dios en nuestra vida. Cuando alguien es adicto, sus pensamientos, sus deseos y aun sus acciones están completamente ocupadas con obtener aquello, es decir, toda la persona está «llena» de eso. Pero, Dios espera de nosotros que le amemos con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente y con todas las fuerzas (Marcos 12:30).

Es decir, quiere que estemos llenas de Él. Entonces, si una adicción nos llena del deseo de algo, está reemplazando el lugar que debe ocupar Dios en nuestra vida, lo cual es idolatría. El estereotipo de la idolatría es una estatua en algún templo con personas que se inclinan delante de ella. Pero, hoy, la idolatría es mucho más sutil.

Una mente acostumbrada a pasar de un video a otro en segundos no tiene la capacidad de quedarse en silencio ante Dios. Manos que no saben quedarse quietas si no tienen un dispositivo electrónico, perderán oportunidad tras oportunidad de adorar a su Señor. El corazón que anhela likes, no los sacrifica por un estudio de la Palabra. ¿Por qué digo todo esto con tanta seguridad?

Porque incontables estudios e incluso documentales nos han informado que las redes sociales, más bien las personas que trabajan en ellas, buscan maneras de crear adicción. Están diseñadas para que te quedes más tiempo dentro de la aplicación. Usan likes, videos cortos y más para «premiar» tu cerebro y motivarte a quedarte ahí, o para abrir la App de manera compulsiva, tengas o no tiempo. Están ahí para ti, todo el tiempo. 

Tristemente, las redes sociales no te buscan a ti por lo que eres o por lo que significas para ellas. Eres sólo un consumidor más. ¿Y qué quiere Dios? 

El propósito de Dios siempre ha sido buscar nuestra compañía. Su motivación desde que se paseaba con los primeros seres humanos en el Edén, hasta cuando hace un nuevo pacto con cualquiera que cree en Jesús como su Salvador, ha sido:

Habitaré y andaré entre ellos, 

Y seré su Dios, 

Y ellos serán mi pueblo.

(2 Corintios 6:16)

Toda la Biblia es la historia de Dios haciendo lo posible por habitar con nosotros, pasar tiempo con nosotros y darnos un conocimiento íntimo de quién es Él.

Dios quiere que le conozcas. 

Quiere mostrarte que Él es suficiente. Suficiente para llenar ese vacío que sientes cuando no has visto cuántos likes obtuvo lo último que compartiste. Suficiente para calmar esas ansias de abrir la app. Suficiente para sanar la profunda herida que buscas olvidar cuando te pierdes en las redes. ¿Y cuando sólo usas las redes sociales para llenar el tiempo? ¿Cuando tu uso es nada más porque «no tienes otra cosa que hacer»? Dios también está allí. Te espera.

Dios busca pasar tiempo contigo.

Cuando ves un anochecer hermoso y por instinto le tomas foto en lugar de adorar al Creador, cuando estás en una sala de espera viendo TikTok en lugar de meditar en su Palabra, cuando después de una conversación estresante te pierdes en reels de chistes en lugar de platicarle tu situación al Señor, pierdes la oportunidad de conectar con Dios. Recuerda que su propósito de crearnos fue justo ese: morar con nosotros.

Lo increíble es que Dios nos hace la invitación a pasar tiempo con nosotros, pero nos deja la elección. Así que: Y tú, ¿de qué estás llena?


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