La trampa de la pereza

Foto por Erick Torres

Huye de ella

Por Teresa Guerrero

A veces en la vida cristiana caemos en la trampa de confiarnos. Pensamos que sabemos lo suficiente de la Escritura. y que no pasa nada si algunos días nos saltamos el devocional o nuestro momento de comunión con Dios, al cabo Él comprende. Total, la salvación es por gracia, no la vamos a perder por no orar. 

Así poco a poco vamos descuidando nuestra relación con Dios. Hacemos cosas que son más cómodas como ver la televisión, pasar horas en el celular y jugar videojuegos.

Esa actitud de flojera y comodidad puede permear todos los aspectos de nuestra vida. Nos impide realizar los trabajos. Desde los más sencillos, hasta nuestras metas más importantes. ¿Qué nos pasa? 

Quizá estamos luchando contra la pereza. La pereza consiste en no hacernos cargo de nuestras responsabilidades. Implica la entrega al placer o al ocio, en detrimento de la atención a nuestros quehaceres u obligaciones. Según la Biblia, Dios dispuso el trabajo para el hombre, de manera que asegurara su sustento.

Leamos este proverbio (6:6-11).

«Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo; Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado».

La misma naturaleza nos da ejemplo. Habla de seres pequeñitos con un entendimiento mucho más limitado que el nuestro. Sin embargo, son precavidos, guardan su alimento para el invierno. Además construyen sus propias ciudades subterráneas. 

Por otra parte, Romanos 13:11-14 nos dice:

«Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne».

Este versículo nos anima a reconocer que el tiempo es corto. Por ejemplo, si nos estamos preparando para un viaje y vemos que la hora de partir se acerca, ¡nos preparamos! La pereza está asociada con el ocio, la haraganería y la necedad. ¿Pueden otros ver eso en nuestras vidas? Quizá preferimos perder el tiempo en diversión que en trabajo. Tal vez dormimos más de lo que deberíamos. Qué triste si negamos estos patrones en nuestra vida cuando alguien más los señala. 

La Biblia tiene infinidad de ejemplos sobre el tema. Personajes, que fueron dominados por su pereza con resultados nefastos. 

El rey David decidió quedarse a descansar y perder el tiempo. Esto lo llevó a admirar la belleza de una mujer ajena, en lugar de liderar a su ejército en la batalla. El resultado: adulterio, el asesinato de un inocente y la muerte de su hijo. 

Sansón haraganeó en los brazos de Dalila «jugando a decir el secreto de su fuerza». Debido a la constante insistencia de Dalila, en su debilidad y necedad reveló la razón de su fuerza extrema. Esto desembocó en la pérdida de sus ojos, a manos de los filisteos y finalmente en su propia muerte.

Esaú vendió su primogenitura, prefiriendo intercambiarla por un potaje de lentejas. Menospreció su posición como primogénito en su familia. 

La contraparte de la pereza es el dominio propio, la auto disciplina y la diligencia. ¿Cómo lograrlo en nuestra vida? Tal vez implique dormir más temprano. Tal vez poner la alarma despertadora. Quizás la restricción o un control más preciso del uso de aparatos electrónicos.

Pensar que tenemos tiempo de sobra, o que no importa tanto cómo usamos cada minuto del día no nos llevará a ninguna parte. Podemos caer en una trampa terrible que nos inutilice o nos paralice. ¡No lo permitamos! Digamos «no» a la pereza. 


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