Decisiones de este lado del río
Implicaciones en la eternidad
Por Keila Ochoa Harris
Cinco misioneros murieron el 8 de enero de 1956, a manos de los Huaroni, una tribu en la selva de Ecuador. Uno de los misioneros, Jim Elliot, sólo tenía 28 años. Los cinco deseaban hacer contacto con los Huaroni y realizaron una operación que les permitió aterrizar cerca de una aldea y esperar que ellos se acercaran. Sin embargo, después de algunos encuentros amistosos, un grupo de guerreros los asesinaron. La noticia sacudió al mundo.
En lo particular, la muerte de algunos de ellos tocó las fibras del corazón de mi familia. Mi abuelo estudió con Jim Elliot, e incluso Jim visitó la iglesia en Orizaba que fundaron mis tatarabuelos. El hermano de Pete Fleming, llamado Ken, fue mi maestro de misiones en mis años universitarios. Los diversos libros que leí sobre sus vidas me inspiraron e influyeron para participar en las misiones.
Sin embargo, uno se pregunta: ¿Hicieron bien en realizar esta operación? ¿No hubiera sido mejor otro plan?
Historias así nos recuerdan que somos frágiles. Aunque también, quizá, impiden que tomemos decisiones firmes y avancemos hacia el peligro. Preferimos una vida cómoda para no errar, quedarnos en casa para no sufrir, elegir lo conocido por lo desconocido.
Los cinco misioneros fueron atravesados por lanzas en un río. Sus cuerpos se encontraron río abajo. Los ríos, por su parte, se han utilizado para simbolizar el paso de la vida a la muerte. Así que, basándome en esta figura, me gustaría comentar sobre las decisiones que tomamos de este lado del río, donde nuestra humanidad opera, y muchas veces, domina.
Empecemos por decir que, de este lado del río, la vida es más desordenada, confusa y enmarañada de lo que quisiéramos. No parece una película bien trazada o una serie con un final feliz por episodio, sino más bien una sucesión de eventos desconectados donde muchas veces no hay resolución.
En la vida misionera, por ejemplo, encontramos personas con diferentes personalidades e incluso convicciones teológicas. Esto puede provocar fricción. Y la fricción provoca desacuerdos y heridas. Las decisiones a veces se ven afectadas por nuestra percepción más que por la realidad.
Por otro lado, los misioneros toman decisiones fuertes que ciertamente moldean su forma de responder a las diversas situaciones.
En primer lugar, escogen una nueva cultura. Esto conlleva aprender un nuevo idioma, aprender a comprar de manera diferente, lucir físicamente distinto a los demás, cometer errores de cómo se hacen las cosas en el lugar y ser siempre los extranjeros.
Se deciden también por una vida con incertidumbres. ¿Les renovarán la visa el siguiente año? ¿Dominarán la lengua algún día? ¿Se quejarán sus hijos por sus decisiones de salir? ¿Alcanzará el dinero para pagar la renta?
Eligen también la incomprensión. ¿Por qué ir al otro lado del mundo cuando pueden hacer lo mismo en su vecindario? ¿Para qué dar años de su vida a una traducción que no logran completar? ¿Vale la pena arriesgar a sus familias en países menos «civilizados»?
De este lado del río, estas decisiones muchas veces parecen incorrectas o descabelladas. ¿Qué empuja a esta gente a dejar su comodidad? Oigamos las palabras de Nate Saint, uno de los cinco misioneros que murieron en Ecuador:
«Y la gente que no conoce al Señor nos pregunta por qué desperdiciamos nuestras vidas como misioneros. Ellos se olvidan de que también están consumiendo sus vidas… y que cuando la burbuja se rompa, ellos no tendrán nada que mostrar de significado eterno, por los años que desperdiciaron».
Estos cinco misioneros se hicieron famosos, tristemente, por la forma en que murieron. Quizá, si no hubieran perdido la vida, su trabajo entre los Huaroni hubiera pasado desapercibido como es el caso de las vidas de Catherine Peeke y Rosi Jung. Estas dos lingüistas tradujeron el Nuevo Testamento en Huaroni y, seguramente, jamás habías oído de ellas.
En realidad, de este lado del río existen muchas historias poco conocidas de decenas, cientos y quizá miles de personas que se dedican a compartir con otros, de su fe en Jesús en selvas, ciudades, anexos y orfanatos. Muchos han caminado la milla extra y, en el proceso, han sufrido dolor, enfermedad y persecución.
Si quieres leer algunas historias te recomendamos: Mártir de Sevilla y Perpetua, mártir de la fe.
Sin embargo, del otro lado del río, nos daremos cuenta de que estas decisiones que al parecer fueron inútiles, insensatas e incluso triviales, adquieren un matiz eterno y crucial. ¿Valió la pena el sacrificio de los cinco mártires de Ecuador? ¿Necesitaban morir para que otros se salvaran y muchos despertáramos a las misiones? ¿Valió la pena lo que describe el libro de Hebreos? Leamos:
«Otros fueron torturados, porque rechazaron negar a Dios a cambio de la libertad. Ellos pusieron su esperanza en una vida mejor que viene después de la resurrección. Algunos fueron ridiculizados y sus espaldas fueron laceradas con látigos; otros fueron encadenados en prisiones. Algunos murieron apedreados, a otros los cortaron por la mitad con una sierra y a otros los mataron a espada. Algunos anduvieron vestidos con pieles de ovejas y cabras, desposeídos y oprimidos y maltratados. Este mundo no era digno de ellos. Vagaron por desiertos y montañas, se escondieron en cuevas y hoyos de la tierra. Debido a su fe, todas esas personas gozaron de una buena reputación, aunque ninguno recibió todo lo que Dios le había prometido» (Hebreos 11:35-39).
Hemos estado hablando de los misioneros, los que salen directamente a otros países a predicar la Palabra, pero todos hemos sido llamados a compartir sobre nuestra fe. Así que, leamos la conclusión del escritor de Hebreos ante todas estas historias y preguntarnos si hicieron lo correcto: «Dios no se avergüenza de ser llamado Dios de ellos» (Hebreos 11:16).
Nosotros tampoco lo hagamos. Apoyemos a los misioneros. Oremos por los misioneros. Seamos misioneros. Pero, sobre todo, recordemos que de este lado del río no entenderemos muchas cosas que sólo tendrán sentido cuando estemos del otro lado del río.
Implicaciones en la eternidad