Decisiones sabias
¿Cómo elegirlas?
Por Ania Lias
El punto Jonbar, o giro Jonbar, es un concepto ficticio de la ciencia ficción, que representa un importante punto de divergencia histórica.
El concepto procede de la novela del escritor estadounidense Jack Williamson La legión del tiempo. Se refiere a una acción que realiza su protagonista, John Barr, quien al elegir uno de dos objetos, un imán o un guijarro, producirá un punto de inflexión en la historia: elegir uno, dará lugar a la creación de una utópica civilización llamada Jonbar; elegir otro, llevará a la tiranía del estado de Gyronchi. Este momento crucial y decisivo, es el «punto Jonbar».
Aunque es un concepto ficticio, porque plantea la existencia de varios universos a partir de cada decisión importante, contiene un centro de mucha verdad: existen eventos que lo cambian todo. Y lo más impresionante es que, a diferencia del universo cambiante de Jack Williamson, nuestra vida es solo una: no hay líneas temporales vecinas para escapar; tenemos que quedarnos con lo que impacte nuestra única existencia. Lo hecho no lo podemos borrar como acontecimiento ocurrido, y tiene consecuencias, para bien o mal.
Ahora, si bien es real que muchos acontecimientos nos asaltan sin pedirnos permiso, también lo es que en todos los casos Dios nos ha regalado el mismo superpoder que tenía aquel John Barr. Nuestras decisiones conscientes ante esos eventos cambian nuestro mundo, nuestro mundo personal.
Eso lo sabemos de ciertas disyuntivas que a todos nos ponen los pelos de punta: ¿Qué voy a elegir como carrera? ¿Con quién voy a casarme? ¿Dónde voy a vivir? Esas son cosas que sin dudas definen todo, y además implican que debemos tener una profunda seguridad de lo que realmente queremos. Pero lo cierto es que cada día tenemos elecciones continuas entre «imanes o guijarros», elecciones que no parecen importantes, pero en realidad moldean nuestro corazón y la persona que somos.
¿Cómo respondo a esa provocación? ¿Accedo o no a compartir con tal persona, o asisto a tal lugar? ¿Cómo me comporto en este caso, qué hago o digo para salir de tal situación? Nuestra vida es como una estatua que se cincela y cada decisión, pequeña o grande, es un golpe de cincel para lograrla. Siempre recuerdo que Miguel Ángel, el gran escultor del Renacimiento, veía un trozo enorme de mármol y decía que había atrapada allí una hermosa obra de arte; encontrarla, o no, dependía de su trabajo diario, así que cada golpe sobre el mármol debía ser dado con sabiduría.
Hay un verso en la Biblia que confirma esta impresión de Miguel Ángel, aplicada a nuestra vida, la que cincelamos día a día: «No os engañéis, Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7). Es decir, todos queremos ser felices, pero es imposible que no recojamos el resultado de tomar malas decisiones, es decir, decisiones basadas en conceptos erróneos, en poco autoconocimiento personal, en instintos primarios. Decidir nos cambia, y decidir con sabiduría es lo mejor porque, sí: construye la vida que soñamos.
Pero ¿a qué nos referimos cuando usamos la palabra Sabiduría? Una definición de la Real Academia Española la resume como «conducta prudente en la vida o en los negocios». En Google encuentro una definición interesante: «Es el arte de alcanzar el éxito, de formar el plan correcto para llegar a los resultados deseados». O sea, es más que conocimiento y está totalmente vinculada a las decisiones que tomamos. Digamos que es inteligencia para decidir. Qué maravilla.
Puede que a esta altura del razonamiento nos digamos: ¿y entonces qué hago? ¿cómo acertar? ¿cómo encontrar sabiduría para decidir?, y nos pongamos de nervios. No es para menos. Pero la buena noticia es que sí tenemos ayuda. De hecho, la mejor ayuda.
La Biblia nos dice en la epístola de Santiago, verso 1:5: «Y si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada». ¡Oh, eso es magnífico! De hecho, así hizo el mismo Jesús, justo antes de la gran decisión de escoger a sus doce discípulos. «En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó toda la noche orando a Dios» (Lucas 6:12).
Así que podemos orar por nuestras decisiones, consultando a Dios, pidiendo sabiduría y dirección. Y he aquí un gran secreto: tener en cuenta a Dios en nuestras decisiones es crucial. Seamos prácticos: ¿No hizo Él todas las cosas? ¿No sabe sobradamente cómo funciona el universo, y la vida humana? ¿No sabe las cosas que vendrán? ¿No nos aconseja en la Biblia acerca de cómo actuar para que nuestra vida funcione? ¿A quién mejor entonces para consultar?
Bien dice su Palabra al expresar: «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza» (Proverbios 1:7).
Este «temor», que es respeto por sus consejos, por su Persona, nos aleja de la insensatez, el mal hábito de tomar decisiones autodestructivas. Eso lo asegura el libro de Proverbios: «El temor de Jehová es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre; no será visitado del mal» (Prov.19:23).
Y lo grandioso es que en la medida en que le consultamos nuestra vida y nuestras decisiones, vamos percibiendo más y más su voz, eco de Las Sagradas Escrituras en nuestro interior: «El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Juan 14:17). «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda verdad» (Juan 16:13a).
Por demás, si somos jóvenes e inexpertas, es útil asociarnos con personas sabias, versadas en el consejo de Dios, cuyas vidas muestran ese éxito que es la paz resultante de tomar las mejores decisiones.
Como sea, esta es una verdad esencial: decidir es un superpoder. También lo tienes, como John Barr. Úsalo para moldear una vida bendecida. Funciona siempre.
En el Renacimiento se le decía melancolía