Amistad en Capadocia

Un ejemplo de amistad

Por Keila Ochoa Harris

Transportémonos al siglo IV de nuestra era. La historia se estaba moldeando por un emperador llamado Constantino, quien además de dominar el Imperio romano, también adoptó el cristianismo como su religión y dejó de prohibir su culto. Además, cambió su capital de Roma a Bizancio, en lo que hoy es Estambul, y la nombró Constantinopla. 

Vayamos luego a Capadocia, una región conocida en la actual Turquía por una formación geológica única que ha hecho que se le compare con paisajes lunares. Sus formas caprichosas y sus muchas cuevas han permitido que las personas habiten en las mismas rocas, tallen iglesias en cavernas o formen ciudades subterráneas.

Ahora pensemos en una familia en particular y fijemos nuestra atención en una mujer llamada Macrina. Creció en una familia cristiana y escuchó de la vida monástica. Debido a las persecuciones de los siglos anteriores, y la decadencia de la cultura romana, algunos cristianos habían optado por vivir como ermitaños, en el desierto, principalmente. 

Macrina también ansiaba dedicarse a adorar a Dios y servir a los demás, pero visualizó una comunidad diferente, compuesta por mujeres, pues ¿qué más podía hacer una mujer soltera o viuda en una sociedad que nada más tenía lugar para las casadas? Ahí, en ese espacio, las mujeres podrían dedicarse a orar y apoyarse con trabajo. De ese modo, Macrina usó la propiedad que le había heredado su abuela en Annesi, un poblado en río Iris en Capadocia, hoy Turquía. 

Macrina fue la mayor de diez hermanos. De hecho, prácticamente educó a su hermano menor, llamado Pedro cuando murió su madre. Aunque no era común en esa época, Macrina era una mujer bien educada, y sus hermanos reconocieron su capacidad intelectual y uno de ellos, Basilio, arregló todo para que ella recibiera educación teológica

Si bien Macrina decidió ser lo que después se convertiría en una «monja», vivió siempre en comunidad, pues ella, al igual que muchos cristianos de antes y después, entendió la importancia de la amistad espiritual. Uno de mis maestros, Tan Soo Inn la define como «seguir a Cristo en la compañía de amigos». ¿Y cómo lo hizo Macrina? 

Amiga de sus hermanos

Cuenta la historia que su hermano Basilio recibió la mejor educación disponible en su tiempo, incluso haciendo parte de sus estudios en Atenas. Deseaba convertirse en un maestro de retórica, pero a los veinticinco años decidió un cambio de vida, a una vida de sencillez, por consejo y ejemplo de su hermana mayor. 

Ella, con amor y verdad, le pidió que no malgastara su vida en cosas transitorias, pues la ambición generaría más ambición y nunca sería saciada. Diez años más tarde, Basilio llegó a ser un obispo y todavía hoy leemos sus escritos, gracias al ánimo constante de su hermana. 

Lo mismo pasó con su hermano Gregorio. Cuando Macrina yacía en su lecho de muerte, y Gregorio se encontraba frustrado por la política y los problemas eclesiales, ella le recordó que la iglesia era una bendición de Dios y debía servirla. Él prestó atención, y sirvió veinte años más a los demás. Cuando su hermana murió, Gregorio escribió un tratado sobre la vida y legado de su amiga, su hermana mayor. 

Amiga de otros

Su vida se puede resumir como la de alguien que se dedicó a estimular a los demás a la virtud, fueran familiares, miembros de su comunidad o desconocidos. Le entusiasmaba la oración y daba con soltura. Liberó a sus esclavos, algo impensable en su época. Cuidó de los destituidos, encontró padres para los huérfanos. Ayudó cuando hubo desastres naturales, como una sequía en el año 369. Incluso fundó un hospital bastante grande en el que invirtió el dinero que sus padres le habían heredado. Tristemente, murió en la pobreza, en 379. 

Amistad verdadera

De hecho, otro monje, Aelred de Vievaulx, escribió mucho sobre la amistad, y seguramente Macrina habría compartido sus ideas. Dijo: «Tú y yo estamos aquí, y espero que Cristo esté entre nosotros como un tercero». 

Somos seres relacionales que no están creados para hacer vida en soledad, y la amistad es uno de los regalos más preciados que Dios nos ha dado. ¿Y cómo se forman las amistades? El hermano de Macrina, Basilio, tuvo un buen amigo llamado Gregorio que escribió un poco sobre el tema. ¿Qué nos dice?

En primer lugar, que a los amigos los une Dios. Él y Basilio habían nacido en la misma área geográfica, pero se separaron por motivos de estudio hasta que sus caminos se volvieron a cruzar. 

El río de tu vida recorrerá muchos kilómetros en los que convergerá con distintos arroyos, lagos y lagunas. Tendrás amigos en la escuela, en la iglesia, en el trabajo y en el vecindario. A algunos los conservarás durante años; otros, por distancia, los verás con menos frecuencia. Lo importante es que a pesar del lugar en donde estés, busques siempre conectar con otros. 

Segundo, la amistad se profundiza mediante el tiempo que pasas junto a tus amigos. Debes invertir energía en pasar tiempo con los demás, y compartir deseos e intereses. ¿Los une el deporte o el arte? ¿Los estudios o el ministerio? No te conformes sólo con mensajes virtuales, míralos a los ojos y convivan.

Tercero, la amistad cuenta con ciertos enemigos, entre ellos, la envidia y la ambición. Sin embargo, la verdadera amistad busca el éxito del otro. Por lo tanto, los amigos buscan la virtud. Como nos recomiendan los capadocios, los buenos amigos se invitan al bien y sus conversaciones pueden ayudar a que aprendamos a discernir entre lo bueno y malo. 

No hay nada mejor que vivir en comunidad. ¿Lo has comprobado? Ten amigos, muchos, pero principalmente, forja amistades espirituales, donde estés tú, tu amigo y donde Cristo sea el tercero.


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