Acuérdate de Él

Foto por Betty Guerra Perdomo

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Estudios en Deuteronomio

Por Julia Harris

En el capítulo 32 de Deuteronomio encontramos el cántico de Moisés. Primero, encontramos cuatro metáforas acuáticas para ilustrar cómo son sus palabras.  

«Que mi enseñanza caiga sobre ustedes como lluvia;

    que mi discurso se asiente como el rocío.

Que mis palabras caigan como lluvia sobre pastos suaves,

    como llovizna delicada sobre plantas tiernas». 

La Palabra de Dios es como esa lluvia delicada y como el rocío que nos refresca. 

Luego Moisés le pide al pueblo que recuerde todo lo que Dios había hecho por ellos y usa la figura del águila. ¿Cómo es el cuidado de Dios? 

«Él lo encontró en un desierto,

    en un páramo vacío y ventoso.

Lo rodeó y lo cuidó;

    lo protegió como a sus propios ojos.

Como un águila que aviva a sus polluelos

    y revolotea sobre sus crías,

así desplegó sus alas para tomarlo y alzarlo

    y llevarlo a salvo sobre sus plumas». 

Dios también les habla de su dieta en el desierto: miel, aceite de oliva, yogur, leche del rebaño, grasa de los mejores carneros, el vino más fino, trigo seleccionado.  

Todo parecía ir bien pero en el versículo 15 encontramos un gran PERO.  

«Pero Israel pronto engordó y se volvió rebelde;

    ¡el pueblo aumentó de peso, se puso gordo y relleno!

Entonces abandonó a Dios, quien lo había creado;

    se burló de la Roca de su salvación». 

A pesar de una dieta saludable, Israel subió de peso. ¿A qué crees que se refiere? 

Finalizamos este estudio de Deuteronomio pensando en lo importante que es para ti, a esta edad, de acordarte de Dios. Lee con atención Eclesiastés:  

«Gente joven: ¡la juventud es hermosa! Disfruten de cada momento de ella. Hagan todo lo que quieran hacer, ¡no se pierdan nada! Pero recuerden que tendrán que rendirle cuentas a Dios de cada cosa que hagan. Así que dejen de preocuparse y mantengan un cuerpo sano; pero tengan presente que la juventud—con toda la vida por delante—no tiene sentido.

No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: “La vida ya no es agradable”. Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. Acuérdate de él antes de que tus piernas—guardianas de tu casa—empiecen a temblar, y tus hombros—los guerreros fuertes—se encorven. Acuérdate de él antes de que tus dientes—esos pocos sirvientes que te quedan—dejen de moler, y tus pupilas—las que miran por las ventanas—ya no vean con claridad.

Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria. Ahora te levantas con el primer canto de los pájaros, pero un día todos esos trinos apenas serán perceptibles.

Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo, y la alcaparra ya no estimule el deseo sexual. Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba—tu hogar eterno—donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro.

Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida y se quiebre la vasija de oro. No esperes hasta que la jarra de agua se haga pedazos contra la fuente y la polea se rompa en el pozo. Pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio…

Mi conclusión final es la siguiente: teme a Dios y obedece sus mandatos, porque ese es el deber que tenemos todos».  


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