La misión de Dios

Foto por Carlos Rodiles

Foto por Carlos Rodiles

Cuidando el corazón de Dios

Por Paulina Sánchez

Cuando era pequeña, recuerdo que escuché por primera vez el término misiones gracias a una misionera que nos visitó en la iglesia a la que acudía. Ella había sido misionera en Asia, y nos contó cómo las personas en esos países eran perseguidas y llevadas a la cárcel o asesinadas, por ser cristianas. 

Recuerdo que, en mi corazón de ocho años, fue muy triste pensar que en el mundo hubiera esto. Pero también me impactó que personas estuvieran dispuestas a ir y ganar a más gente para Dios. 

Tristemente, formulé una idea muy encasillada del significado de misiones, porque durante años mi idea sostenía una serie de requisitos que me impedían a mí serlo. Por ejemplo, pensaba que los misioneros debían tener un estado de espiritualidad alto, cambiar constantemente su código postal, buscar una vida austera y otras cosas. 

Hoy comprendo que lo importante es trabajar para la misión de Dios. ¿Y cuál es esta? 

Todo comienza en Génesis donde Dios crea un lugar hermoso para el hombre llamado el Edén, pero siendo más intencional en el cuidado del se humano, lo aparta en un jardín donde el hombre pudiera estar más cerca de Dios y tener una relación con él (Génesis 2).

Sin embargo, todo colapsó y el ser humano decidió no querer estar cerca de Dios. Para reparar esto, Dios mismo decidió venir a rescatarnos. En otras palabras, Dios quiere conectarse con las personas, conocerlas y darse a conocer.

Cuando comprendí esto, mi corazón latió más fuerte. Ahora sé que mi meta es llevar a todo lugar, a toda persona, a toda plataforma, el amor y la invitación de Dios. Quiero ayudar y amar a Dios contribuyendo con lo mucho o lo poco que pueda, para que otros que lo están buscando, encuentren su compañía.

¿Y cómo lo podemos hacer? A veces podemos compartir un mensaje de ánimo en las redes sociales, o hacer un TikTok para alentar a los tristes, o visitar amigos, vecinos, desconocidos y compartir con ellos del amor de Dios, o emprender un viaje lejos de casa para repartir la Palabra de Dios. ¿Lo hacemos?


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