¿De qué depende que ceda o no?

Foto por José del Rivero

Indaga y decide lo que es mejor

Por Andrea Hernández

Si eres una mujer cristiana, lo más probable es que tus amigos que no conocen a Dios te consideren un poco rara o diferente, lo cual es muy bueno, pues en realidad no eres de este mundo; perteneces al reino de Dios. Pero puede ser frustrante no encajar en los estilos de vida de tus amigos. Es normal querer pertenecer y ser aceptada entre tus pares, en tu generación, es sólo que a veces es más complicado de lo que parece. 

Es común que tus amigos (o la sociedad en general) quieran convencerte de salir de tus parámetros «religiosos» y te sonsaquen a experimentar lo mismo que ellos y a «romper las reglas» para cumplir con sus expectativas. 

No es fácil pero no pierdas los ánimos. Yo también he pasado por esto en las diferentes etapas de mi juventud. Muchas veces he escapado de la presión de grupo con éxito, como también he cedido a ella con una tremenda facilidad. Sin embargo, he aprendido de mis consecuencias.

En mi niñez y primeros años de la adolescencia casi siempre hacía lo que otros esperaban de mí, fuera bueno o malo. En gran parte fue porque aún no creía en Cristo. A veces, los valores familiares que me inculcaron me ayudaron a resisitir, pero de ahí en fuera no tenía una fuente confiable para tomar decisiones. 

A los 17 años conocí personalmente al Señor Jesús y mi vida cambió increíblemente. Tenía gran pasión por Dios y ya podía ver la vida con un filtro eterno, pero aún así mi inmadurez emocional, las hormonas, las ganas de comerme al mundo y el anhelo de encajar me ganaron muchas veces. 

A continuación te presento los factores que me hicieron darme cuenta de qué depende que ceda a la presión de grupo o no, pues creo que pueden ser útiles.

Lo que creo sobre mi identidad

¿Quién soy? O más bien, ¿de quién soy? ¿A quién pertenezco? Si de verdad soy hija de Dios, entonces lo conozco y creo en todo lo que Él dice de mí y en todo lo que el Señor dice sobre sí mismo. 

Si Dios es bueno, sabio, justo, perfecto y todopoderoso, entonces confío en que sus parámetros de lo bueno y lo malo son para mi bien y puedo obedecer sin titubear.

Si creo que soy amada incondicionalmente por el mismísimo Creador del universo, podré estar segura de mi identidad, aún cuando otros no me amen o me rechacen.

Es bueno hacer una introspección y aceptar los huecos que encontramos respecto a nuestra identidad y pedirle a Dios que sea él quien nos de la aceptación, seguridad y fortaleza que necesitamos.

¿Tú qué estás creyendo sobre tu identidad?

Mi comunión con Dios

Para mí ha sido muy claro el impacto de mis decisiones cuando estoy en una comunión íntima y constante con Dios a diferencia de cuando no lo estoy. Cuando inicié la universidad, estaba tan enraizada en Él que no pensaba dos veces al decir NO a muchas de las invitaciones insanas que recibía, y las reacciones o comentarios negativos se me resbalaban. 

En cambio, años más tarde, cuando estudié la maestría, me dejé llevar fácilmente por ideologías y modos de vida mundanos. No iba a fiestas ni tomaba, fumaba o decía groserías, pero sí empecé a creer en el feminismo, la relatividad, la amoralidad y la ideología de género. Sucedió porque desde antes permití que gradualmente se enfriara mi relación y confianza en Dios, y estaba haciéndole más caso a las voces del mundo.

La realidad es que todos somos frágiles y corruptibles por naturaleza. Si no estamos anclados en el Señor Jesús quien es el camino, la verdad y la vida, no podremos permanecer de pie por nuestra cuenta ante las tentaciones del día a día. 

¿Cómo está tu comunión con Dios hoy?

Mis amistades más cercanas

Por ahí escuché que el tipo de persona que serás dependerá de tus cinco relaciones más cercanas o dicho de otro modo, «dime con quién te juntas y te diré quién eres». También por naturaleza somos influenciables y necesitamos de otros para enfrentar la vida. Por eso es importante ser intencionales respecto a nuestras amistades.

Una buena decisión que tomé en la universidad fue la elección de mis amigos. Me llevaba bien con algunos, pero sólo tenía dos más cercanos; un hombre y una mujer. Ninguno de los dos eran cristianos, pero ambos respetaban mi fe, mis límites, mis NO’s, y cuidaban de mí. 

Los dos tenían estilos de vida que no me agradaban pero eran muy dedicados a la escuela, creativos y responsables. Los tres nos animábamos en nuestras luchas y podíamos divertirnos y reír por horas sin necesidad de alcohol. Fue súper valioso contar con ellos, y hasta pude disfrutar de esa ruda etapa.

Otra cosa que me ayudó fue contar con un par de amigas cristianas con quienes pude caminar y crecer en el Señor.

¿Quiénes son tus mejores amigos? ¿Te brindan vida? ¿Te respetan? ¿Te acercan o te alejan de Dios?

Mi comunidad

Además de mis amigos cercanos y mi familia, ha influido mucho el soporte de mi comunidad para mi crecimiento y mi permanencia en Dios. En mi caso, cuando empecé mi vida como profesionista, mi comunidad abarcaba la iglesia, mi trabajo y mi ministerio. Así que, gracias a buenos ejemplos y consejos sabios de amigos, líderes y mentores, pude recibir alimento espiritual y regresar al camino. 

Si en tu caso, tus amigos más cercanos no son la mejor influencia y además no cuentas con una red de apoyo con otras personas de confianza y sabias en la fe, corres un riesgo muy grande de ser presa fácil de la presión social, pues quieras o no, tu mente va absorbiendo lo que ve y escucha una y otra vez. ¿Qué mejor que ver, escuchar, aprender, oler y gustar de las enseñanzas de Dios en todos los lados posibles?

Mis experiencias pasadas

Inevitablemente todos vamos a fallar por más santos que queramos ser, lo bueno es que podemos aprender de ello. 

Una de mis experiencias más desagradables al dejarme llevar por el consenso social, fue en una clase de mi maestría en la que el profesor se tomó largos minutos para atacar a los Evangelios y al mismo Jesucristo de una manera no sólo blasfema sino errática históricamente, pero por el temor a verme ridícula, a causar conflicto a sentirme atacada o juzgada, guardé silencio. 

Sentí hervir la sangre pero no dije nada. Me sentí fatal y me dispuse a no volverlo a hacer. Meses más tarde en otra clase, salió el tema de la espiritualidad y en esa ocasión pude hablar delante de todos y compartir mi historia de conversión a Cristo, con apertura y sin temor.

Así que, gracias a Dios por las lecciones aprendidas de los errores a pesar de lo dolorosas o terribles que pueden ser las consecuencias. ¿Te viene a la mente algún ejemplo de alguna experiencia de tu pasado? ¿Qué aprendiste?

Lo que hago con mis dudas

No nos avergoncemos de tener dudas, es humano, es aceptable. La cuestión es cómo lidiamos con ellas y en dónde buscamos respuestas o qué hacemos cuando no las hallamos. 

Uno de mis errores al tener dudas, ya sea existenciales o de la fe, fue acudir a internet, a redes sociales, o escuchar sólo las voces de mi generación en la escuela, la calle, en películas o series. Al leer la Biblia encuentro entendimiento y claridad, pero muchas otras veces me genera más dudas. 

¿Qué he hecho? Subrayar el pasaje y cerrar la Biblia, eso es todo. ¿De qué me ha servido? De absolutamente nada, más que para armar un caos creciente en mi mente, quedándome vulnerable ante una idea atractiva que me convenza más, sin realmente analizarla.

Creo que se vale escuchar y examinar ideas de «afuera» para ejercitar un criterio crítico y maduro, pero requiere que no lo hagamos solas, nunca. Por eso busquemos canalizar nuestras dudas con personas o en medios adecuados, seguros, sanos, de confianza. Y pidamos sabiduría de Dios en el camino; seamos intencionales. 

¿Qué dudas tienes últimamente que te están dando vueltas en la cabeza? ¿Con quién o en dónde puedes expresarlas y pedir ayuda?

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