Entre frutos y comida: Il vincitore

Foto por Itzel Gaspar

Foto por Itzel Gaspar

Humildad

Por Keila Ochoa Harris

Se trataba del concurso de comida italiana más famoso en el mundo. Los tres chefs finalistas se amarraron el mandil, se ajustaron los gorros y enfrentaron a los estrictos jueces. El concurso consistía en cautivar a un grupo de evaluadores que degustarían su comida. 

Después de un sorteo que elegiría el orden en que los chefs competirían, se decidió que Donatello abriría la sesión. Él, llamado el mejor cocinero del mundo, deleitó a los comensales. 

 Al finalizar la prueba, describió su menú al auditorio televisivo.

 —L’antipasto fue un Carpaccio, finas láminas de ternera con aceite de oliva y unas gotas de limón, decorado con virutas de parmigiano Reggiano. Il primo consistió en pasta, la mejor de la zona, una combinación nueva y espectacular que nadie ha probado antes. 

—¿Qué opinaron los jueces? —preguntó la reportera. 

La imagen mostró a dos de ellos chupándose los dedos, pero uno dijo: —Elemental, simple, común. 

Donatello se enfadó: —¿Qué no sabe que soy el mejor cocinero del mundo? 

—Cuéntanos dil Secondo.

Pesce espada, directo del mar. Il dolce, presenté mi afamado tiramisú.

—Donatello, ¿piensa usted ganar esta competencia?

—¡Por supuesto! Soy el mejor. La baja autoestima es un problema, signora. Si transita por esa senda, tendrá problemas. 

Después fue el turno de Ángelo. La reportera lo entrevistó. 

L’antipasto se trató de fruti di mare, es decir, mariscos. Me parece que me salió bien. Eso sentí yo. Il primo consistió en risotto. Dudé mucho sobre mi elección. A veces fallo en mis predicciones sobre lo que gustará o no a los demás. Quiero ser el mejor; me he esforzado mucho.

—Sabemos que viene de un contexto difícil.

—Mi padre murió unos días antes del concurso y he sufrido de una enfermedad que me ha mantenido en cama muchos años. 

—Lo sentimos, Ángelo. Pero díganos más de su menú.

Il secondo fue bistecca alla fiorentina. Y al finalizar, un dulce gelato.

—¿Cree usted merecer el primer premio de esta competencia?

—Me caería muy bien el dinero de la recompensa. Usted verá, estoy enfermo, en proceso de duelo…

—Lo sentimos, Ángelo, pero ¿piensa usted que su situación conmoverá a los jueces?

En eso, la toma se dirigió a uno de los jueces quien susurró: —Sentirse poca cosa no es mostrar humildad. Es orgullo disfrazado.

Por último apareció Salvatore, un cocinero desconocido que arribó al concurso por votación del público. 

—¿Qué nos puede decir sobre su menú?

—Abrí con un vitello tonnato, es carne de ternera cocida con alcaparras. 

—¿Por qué lo eligió?

—Porque uno debe pensar en la salud de los comensales. ¿Sabía usted que las alcaparras contienen sustancias antioxidantes y antiinflamatorias? Ayudan con las reumas. Leí el otro día que la juez Vitallis ha padecido en fechas recientes de dolores en sus piernas. 

—¿Y su primer platillo?

Gnocchi di patate. La papa contiene muchos carbohidratos y sabemos que en nuestros días se consume más de la cantidad debida. Por eso pensé en racionar un poco las cantidades, pero el sabor hace que valga la pena ingerir unas cuantas. 

—¿Il secondo?

Fritto di maiale. El cerdo es bueno y utilicé aceites recomendados por la Asociación de Salud del país. Me tocó preparar la comida el día catorce del mes. ¿Sabía usted que el juez Tribianni cumple años ese día y su carne preferida es el puerco?

—Me parece que usted hizo bien su tarea. ¿Investigó detalles de los jueces para tomar ventaja?

—Por supuesto que no, signora. Si usted fuera maestra, ¿no pensaría en las necesidades de sus alumnos? Si fuera doctor, ¿prescribiría medicamentos antes de conocer los males que aquejan a sus pacientes? El buen cocinero no es solo el que tiene buen sazón, sino el que presta atención a sus comensales. 

Lo mismo pensaron los jueces. No solo concordaron en que sus platillos superaban a los de Donatello y Ángelo, sino que apreciaron su actitud.

—¡Nos dio profiteroles con rellenos de sabores! Eligió la fruta preferida de cada uno—comentó un juez. 

—¿Cuál fue el secreto de su éxito, Salvatore? 

—No pensar en mí, sino en los demás. 


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