Un himno al día disipa la ansiedad

Practica el consejo

Por Keila Ochoa Harris

Alrededor de 1830, Nicholas Hellings, quien luchaba contra la ansiedad y se sentía abrumado por muchas ocupaciones, decidió escribir un himno cada día del año para mejorar su salud mental. 

No pude evitar buscar en su himnario el día de mi cumpleaños que cayó en el segundo domingo de 1830, y traduzco aquí la tercera estrofa: 

«Al alma cautiva da libertad, 

y tranquiliza el pecho ansioso;

al alma atribulada le da paz, 

y a su pueblo cansado, reposo».

Mi abuelita solía recitar: «Una manzana al día mantiene al doctor en la lejanía». Tomando el ejemplo de Nicholas Hellings, ¿podríamos decir que: «Un himno al día disipa la ansiedad»?

Curiosamente, muchos compositores y escritores de himnos sufrieron ansiedad y preocupación. Conozcamos a algunos de ellos del Siglo de Oro de los Himnos.

A Charles Wesley (1707-1788) se le atribuyen por lo menos 8989 himnos. Si calculáramos que escribió 10 líneas cada día, ¡le hubiera tomado 50 años! Sin embargo, en una investigación reciente donde se decodificaron los diarios del autor, podemos leer un poco sobre su vida y descubrir que luchaba constantemente contra la ansiedad y la tristeza. 

Su esposa perdió a un hijo en su vientre, sus constantes viajes lo agotaban y no siempre estaba de acuerdo con su hermano John, lo que provocaba roces en la familia. 

Sin embargo, en medio de sus tribulaciones, escribió hermosos himnos que todavía hoy se entonan en muchas iglesias y que se consideran clásicos. Entre ellos están: Oíd un son en alta esfera, El Señor resucitó y Sólo excelso amor divino. 

Pero para los días complicados, cuando la vida parece una tormenta, lee, medita y escucha el himno Cariñoso Salvador que dice en su primera estrofa: 

«Cariñoso Salvador,

huyo de la tempestad

a tu seno protector, 

fiándome de tu bondad. 

cúbreme, Señor, Jesús, 

de las olas del turbión; 

hasta el puerto de salud

guía Tú mi embarcación».

Uno de los himnos más famosos de todas las épocas es Gracia sublime, compuesta por John Newton, ex traficante de esclavos. Newton compuso muchos himnos que compiló en un libro llamado el Himnario de Olney, pero contó con la colaboración de un famoso poeta llamado William Cowper (1731-1800). 

Cowper, sin embargo, luchó toda su vida con enfermedades mentales e incluso, antes de venir a Cristo, intentó suicidarse. Sus muchas penas y tristezas encontraron consuelo en Jesús, así que sus hermosas composiciones nos pueden consolar en un día nublado y gris. Uno de sus clásicos habla de que Dios se mueve de maneras misteriosas, pero quizá en un momento complicado nuestro corazón resuena al eco de estas palabras: 

«Oh, ¡quién pudiera andar con Dios!

Su dulce paz gozar, 

volviendo a ver de nuevo el sol

de santidad y amor». 

Y respondemos con Cowper después de una noche larga y oscura, cuando en medio de la oración recibimos la paz de Dios: 

«Aquellas horas de solaz, 

¡cuán preciosas aún me son!

Del mundo halagos no podrán

suplir su falta, no». 

Sin embargo, muchas mujeres también han escrito himnos. Anne Steele (1717-1778), hija de un pastor bautista, comenzó a escribir desde los 14 años. Tuvo una vida difícil, pues perdió a su madre a temprana edad. Además, de adolescente, cayó de un caballo y quedó inválida de por vida. Para colmo, unas horas antes de casarse, su prometido Roberto se ahogó en un río mientras se bañaba. 

No por eso podemos verla como una mujer solitaria y triste. Anne era culta y simpática, pero con una fe profunda, y escribió 144 himnos y 34 versiones de salmos, así como una gran variedad de poemas. 

Entre sus hermosas composiciones se encuentra Querido refugio para mi alma cansada. Cuando no hay consuelo y la esperanza se acaba, escribe Anne, solo en Dios podemos confiar. Y concluye: «Mi alma se aferrará a ti, aunque postrada en el polvo». ¿Y es que acaso no parece que cuando sufrimos Dios no nos oye? Pero Anne nos recuerda: «El oído de la gracia soberana atiende a la oración del que se duele». 

Sin embargo, leamos la letra de un himno que se considera que escribió cuando murió su prometido: 

«Padre, sin importar lo que en esta tierra

tu soberana mano niegue

acepta en tu trono celestial

esta petición:

Dame un corazón tranquilo y agradecido, 

libre de todo murmullo. 

La bendición de tu gracia imparte

y déjame vivir para Ti».

No cabe duda de que la ansiedad es un tema complicado, pero no exclusivo de nuestra época. En todos los tiempos históricos la gente ha sufrido preocupación, ansiedad y dolor. La pregunta está en cómo la enfrentamos. Wesley, Cowper y Steele, de la mano de Hellings, se aferraron al Dios de amor de la Biblia y nos compartieron sus conclusiones a través de la música. 

Si hoy estás pasando por penas y descalabros, por preocupación excesiva e incluso pánico, proponte escuchar un himno al día. Medita en las palabras de los autores, consciente que no vivieron existencias placenteras, sino sus propias tribulaciones, y, como nos recomienda Steele, aférrate a Dios aun cuando te encuentres tirada en el polvo. 

¿Quién sabe? Quizá tú seas la compositora que esta generación necesita para recordarnos quién es Dios y por qué podemos confiar en Él.


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