Ánimo frente al espejo
Descubre tu imagen verdadera
Por Julia Harris
Al vernos en un espejo, una de dos: nos gusta lo que vemos o no. ¿Qué no te gusta de tu apariencia? ¿Qué has hecho para tratar de cambiarlo? ¿Qué crees que es lo que más influye en la percepción que tienes de tu apariencia? ¿Lo que piensan los demás, los modelos que el mundo ha promovido?
A veces la gente hace comentarios acerca de nuestro cuerpo que nos lastiman, o imaginamos que otros piensan que somos feas. No creo que nadie esté 100% a gusto con su apariencia. Ni las modelos más hermosas lo están. ¡Qué difícil! ¿Qué podemos hacer?
Recurrir a la Palabra de Dios y ver qué nos dice al respecto.
En primer lugar, Dios hizo cada una de las partes de nuestro cuerpo; diseñó la forma de nuestra nariz, nuestros ojos, nuestra complexión, etc. Nos hizo según su plan perfecto.
«Tú me creaste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente compleja! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. Qué preciosos son tus pensamientos acerca de mí, oh Dios. ¡No se pueden enumerar!» (Sal. 139).
En segundo lugar, Dios no ve las cosas como las ve el hombre.
«El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón» (1 Samuel 16:7).
Goliat menospreció a David porque no cumplía el estereotipo de un digno adversario. Era chiquito, güerito y bonito. Sin embargo, Dios lo escogió y derrotó a Goliat. Dios vio su corazón.
Esto no quiere decir que nuestro cuerpo y nuestra apariencia no sean importantes o que el corazón lo sea más. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Nuestro cuerpo fue creado para el Señor, y al Señor le importa nuestro cuerpo.
«Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios». (1 Corintios 6:20).
Aquí lo importante es lo que dice en 1 Pedro 3:3:
«No se interesen TANTO (no se obsesionen) por la belleza externa: en cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios».
Elige uno o dos de estos versículos, los que hablen a tu corazón. Cópialos en un papel bonito o diseña algo en Canva e imprímelo. Luego pégalos junto al espejo. Y cada vez que te mires, lee con atención las palabras de Dios y recuerda quién eres en Él.
Si tienes problemas con tu apariencia, ¡ánimo! Dios te dice:
«No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mía. Eres muy preciosa para mí y yo te amo» (Isaías 43:1,4).
Implicaciones en la eternidad