El País de las Maravillas
Nuestro mundo no es más lógico, ni más justo, ni más normal que el de Alicia
Por Laura Castellanos
Cuando escuchas del País de las Maravillas, ¿qué te imaginas? Quizá pienses en un lugar con muchas oportunidades, paisajes memorables, gente amigable y más. Pero en realidad nos referimos a la historia de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas.
Algunos lo consideran una sátira, otros literatura nonsense o de lo absurdo, sin embargo, en este libro hallamos preguntas trascendentales que todas deberíamos responder.
Lewis Carroll, originalmente Charles Lutwidge Dogson, un tímido profesor de matemáticas en Oxford, paseaba con las hermanas Liddell por el río y para entretenerlas, compuso las aventuras disparatadas de una niña. Esta historia entusiasmó tanto a Alicia Liddell que le rogó que las escribiera. Carroll pasó toda la noche tratando de recordar lo que había inventado esa tarde. En la Navidad de 1864 le regaló a Alicia la versión final con algunas ilustraciones.
Cuando el libro se publicó, fue un éxito inmediato. Así que Carroll escribió la segunda parte, Alicia a través del espejo, una obra inspirada en las historias que les contó a las niñas Liddell en casa de su abuela. Lo cierto es que nos ofrece un libro repleto de ingeniosas rimas en inglés y con una crítica social de su época. Pero no quiero abundar en sus muchos juegos verbales ni en sus señalamientos sociales, sino en algunos temas serios que de forma absurda, comentó.
Alicia es una niña que suele darse muy buenos consejos, ¡que luego no sigue! Su personalidad introvertida la hace jugar croquet consigo misma, pero concluye que de nada sirve pretender ser dos personas distintas: «¡Bastante trabajo tengo con ser una!» En nuestro caso no necesitamos ir a un mundo mágico para encontrar la locura más grande de todas: intentar ser dos personas a la vez.
¿No lo hacemos muchas veces? Somos una persona en casa, otra en el trabajo. Fingimos y nos ocultamos detrás de nuestras tarjetas de crédito o de nuestros títulos universitarios, pero rara vez mostramos a la persona real. Me parece que Alicia tiene razón. Debemos concentrarnos en ser una sola persona; ¿para qué usar máscaras?
En otra escena, Alicia conoce a la Oruga quien le pregunta con voz somnolienta:
«¿Puede saberse quién eres tú?» Alicia responde: «…esta mañana lo sabía… ¡Pero ahora mismo no lo sé! ¡Cómo voy a saber quién soy, si estoy cambiando continuamente!»
¿Será que Alicia en lugar de tener ocho años era una adolescente? Alicia se refería a que en el transcurso de unas horas había crecido hasta quedar atrapada en una casa, pero luego se había encogido hasta competir con un ratón.
A veces nos sentimos en una constante montaña rusa de emociones y cuestionamos nuestra identidad, incluso pasada la adolescencia. Alicia tuvo que bajar por el tronco de un árbol para descubrirse. Nosotras debemos buscar la forma adecuada para aprender a escucharnos a nosotras mismas.
Vivimos rodeadas de ruido e interrupciones, ajenas a la naturaleza y al silencio. ¿No es más sensato organizar nuestros tiempos para reflexionar, que terminar presas de una pesadilla como le sucedió a Alicia? Tengamos cuidado de no caer en la trampa de ir rápido y sin rumbo, siendo esclavas de la rutina y de la superficialidad.
Esto nos lleva a otro de los famosos encuentros de Alicia con un gato de enigmática sonrisa. La niña le pide: «Por favor, ¿podría indicarme qué dirección debo seguir?» El sabio minino responde: «Eso depende de adónde quieras ir». Ella contesta que no importa el lugar, así que el gato concluye: «En ese caso, tampoco importa la dirección que tomes».
¿No será que muchas veces nos sentimos confundidas y desorientadas porque no sabemos adónde vamos? Si carecemos de metas, ¿acaso importa el rumbo?
En esta era postmoderna corremos el riesgo de perdernos. Vemos ejemplos de jóvenes sin objetivos ni sueños que terminan con sus vidas o son presas de adicciones. Quizá en el mundo que Carroll creó, no importaba la dirección ni el rumbo, pero en nuestro mundo resulta vital. Así que, evaluemos a dónde vamos o estaremos dando vueltas sin lograr nada, perjudicando a toda una generación en el proceso.
Nuestro mundo no es más lógico, ni más justo, ni más normal que el de Alicia, pero aquí nos tocó vivir. Con un poco de introspección podremos abrir los ojos, hallar sus muchas maravillas y fijarnos buenas metas.
Aún podemos despertar de la pesadilla, como lo hizo Alicia, para descubrir más sobre nosotras mismas y hallar la dirección de nuestra vida.
Recordemos que si bien no existe el País de las Maravillas de Alicia y si nos hemos desilusionado de un país al que considerábamos el lugar de los encantos, la más grande maravilla se encuentra en casa: con nuestra pareja, nuestros hijos y nuestros amigos.
En ocasiones es necesario bajar por el agujero del Conejo Blanco para toparnos con la realidad de que lo mejor en esta vida se encuentra cerca del corazón.
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